Nigeria: El hombre que no fallaba
Solía decirse que en Nigeria solo había dos cosas que no fallaban. El SIDA y Fela. Del SIDA, por suerte, sabemos bastante. Pero de Fela Anikulapo Kuti, no demasiado.
Por Adrián Dalmasso
A falta de algo más preciso, podría decirse que Fela fue un artista. Músico, sí. Poeta, sí. Cantante de protesta, también. Líder social, por supuesto. Ahora lo llamarían “influencer”. Fue el creador del Afrobeat, una especie de funk tribal, con toques de jazz, que viralizó con su ascendencia los movimientos de protesta que caracterizaron al África pos colonial en los 70. Nigeria, Independizada de Gran Bretaña en 1960, experimentó lo que muchos otros: El pase de un poder feudal regido por extranjeros, a una dictadura local caracterizada por la violencia, la represión y las pujas étnicas. Fela era un artista peligroso para esos poderes por el filo de su denuncia y por su extrema popularidad. Para sus seguidores tenía hasta dimensiones sobrehumanas. Sufrió la censura y hasta los golpes de un Gobierno que lo llevó tras las rejas unas cuantas veces. Para el mundo occidental era un personaje pintoresco, atractivo desde los artístico, que daba sus shows semidesnudo fumando porro, que llegó a casarse con 27 mujeres en una misma ceremonia, que no volvía a tocar en vivo las canciones que grababa en disco, porque decía que “el arte está para ser creado, no repetido”.
Fela Kuti era un defensor acérrimo del africanismo y sus tradiciones. Se rehusó hasta muy entrada su carrera a cantar en inglés. No creía en la medicina tradicional y recurría a brujos y chamanes de distintas tribus. Tampoco creía en el uso de preservativos y eso en Nigeria es suicida. Los entendía como instrumento de una conspiración occidental para reducir la natalidad de los negros. En 1997, a los 58 años, Fela murió de una enfermedad que él sostenía no existía: SIDA.
Nigeria es el país más poblado de África. 200 millones de personas. Es un Nación caótica y descontrolada. Suele faltar agua potable y energía eléctrica. Tiene reservas petroleras pero a veces escasea el combustible. Las tasas delictivas son estratosféricas. La pobreza campante. El sistema de salud calamitoso. El HIV una bestia que ha causado estragos inenarrables en su población. Y eso de que el SIDA y Fela no fallan es cierto. El SIDA no falló en llevarse a Fela. Pero al morir Fela develó mundialmente el drama de su país. Hasta su muerte, Nigeria no contaba con estadística alguna sobre este flagelo. Fela tampoco falló.
Esta Selección Nigeriana le hace honores a Fela Kuti. Indescifrable, a veces genial, otras veces incomprensible, casi siempre autodestructiva. Representan un estilo distendido, poco apegado a las ataduras tácticas. Veloz y poderoso en lo físico. Mortífero en ataque si hay inspiración, pero usualmente vulnerable por las frecuentes desconcentraciones. Nigeria es así, y ni el carácter estricto de un DT alemán ha podido hasta aquí corregirlo. Tómalo o déjalo. La jerarquía de John Obi Mikel, más el peso específico de dos delanteros como Kelechi Iheanacho y Víctor Moses son las cartas de presentación de las “Águilas verdes”. Un equipo cuyo juego es una moneda girando en el aire. Caiga como caiga, siempre son un peligro. O bien para sus rivales, o bien para ellos mismos.