Imágenes de una pasión
Alberto y Diego Haliasz son padre e hijo, fundador y heredero de una historia que entrelaza el amor por River y la fotografía. Casi cincuenta años de una tradición que queda en familia: las imágenes oficiales del Millonario, llevan su apellido.
Por Tomás Torres y Leandro Vaquila
Cuando decimos que llevamos a River en la sangre, en realidad hablamos más allá de la ciencia y de la metafísica. Que los colores nos tiran desde la cuna, que nacimos para ser hinchas exclusivamente de este club y no de otro, son frases que crecen desde el corazón, pero que pueden explicarse desde la razón: desde un padre o una madre que, cuando todavía estábamos en la sala de maternidad de algún hospital, nos vistieron con la banda roja; o por aquella vez que nos empezaron a llevar a la cancha; o porque aun siendo bebés imprimieron nuestros nombres en el primer carnet de socio de nuestras vidas.
Por ese amor es que hoy podemos contar una historia, donde la pasión por el Millonario y la fotografía llevaron a Alberto “Palito” Haliasz y a su hijo, Diego, a ocupar un lugar de privilegio: ser los fotógrafos oficiales del club.
–Mi viejo me hizo socio en el año 58 –empieza a relatar Palito– y yo iba a hacer deporte, a jugar al fútbol y con las zorras que transportaban el canto rodado para la construcción de la tribuna Sívori (ex Almirante Brown). En esa época me fui inclinando por la fotografía, empecé a sacar en el fútbol interno, con eso me fui un día a la revista River y ofrecí llevar material de las actividades. Las aceptaron y para mí era como tocar el cielo con las manos.
– ¿Cómo llegaste a fotografiar en partidos?
– La primera vez que intenté entrar a la cancha fui a ver al intendente del club, Américo Di Vietro, y me sacó rajando, porque las veces que había ido a esa oficina había sido por mala conducta. Pero después le empecé a mostrar las fotos que estaba publicando en la revista y me permitió entrar a un partido de la Tercera División contra Vélez. Y la primera foto que saqué fue al intendente, mientras daba una entrevista con Canal 7. No le dije nada y en la semana se la llevé: debajo del vidrio del escritorio, donde tenía fotos suyas, agregó la mía. Eso me abrió todas las puertas.
Luego empezó a luchar por un lugar dentro de los campos de juego de Primera, jugando a las escondidas con los comisarios deportivos que recorrían el campo de juego pidiendo credenciales: conocía sus movimientos y los esquivaba para poder trabajar. “Les sacaba fotos a todos y los jueves me iba a la AFA, cuando les daban los partidos del fin de semana, y les daba una copia. Entonces ya sabía que cuando me los cruzara en la cancha ese comisario no me iba a pedir la credencial”, cuenta el reportero gráfico. Su primera experiencia fue en 1975, cuando el entrenador de River era Ángel Labruna y se cortó una racha de 18 años sin salir campeones: “A él le debo mucho, porque me enseñó los códigos de los vestuarios. Conviví con muchos planteles y todo quedaba ahí adentro”.
– ¿Qué anécdota recordás de esos años?
– Una fue con el Beto Alonso. Un día River ganó por goleada, yo no pude capturar ningún festejo y el director me dijo que tenía que correr si era necesario para sacar la foto. Entonces cuando me crucé al Beto en el club le dije: “Un día vení a gritar el gol para el otro lado”. No me dijo nada. Al tiempo, en un partido con Newell’s, él hace un gol y viene corriendo para mi lado: se para adelante mío, levanta los brazos y yo meta sacar fotos. “¿Está bien así?”, me dijo, y se fue para el medio de la cancha. Los colegas no entendían nada. Para mí fue muy importante.
Con el club, Palito viajó por primera vez en avión y conoció el mundo: “Tuve muchas experiencias en el exterior, compartí con el plantel, pero era otra época. Si bien viajaba, como en el caso de Japón en el 86, íbamos en el mismo avión y compartíamos el hotel, cenas y salidas, pero yo estaba más con la prensa en general. Lo nuestro era más bohemio, había que revelar, copiar las fotos”.
Hoy, quien ha tomado la posta es su hijo Diego, el “Polaco”, de 42 años, que desde 2014 forma parte de la delegación del plantel millonario. “Él se ha preparado y lo está viviendo al estilo de Europa, es uno más del equipo. Está más en la cocina. Lo de él tiene otro sabor”, explica sobre el actual fotógrafo oficial de River, que se inició en la fotografía durante la crisis del 2001, rodeado de saqueos, represión y asesinatos.
– ¿Cómo fueron tus inicios?
– Con él empecé en ese 2001, pero desde que tengo uso de razón estoy relacionado con el periodismo. En el 88, cuando River jugaba la Supercopa, hice una revista en el colegio con las fotos que sacaba mi viejo. Después, seguí campañas del Millonario en radios y hasta 2002 seguí en eso, hasta que me incliné por la fotografía.
– ¿Y cómo es tu relación con River?
–Soy socio desde que tenía una semana. Venía a la pileta y practiqué básquet federado. Siempre seguí relacionado jugando deportes amateurs después. El ser hincha a veces te juega muy en contra. Por ejemplo, en el momento del tercer gol del Pity Martínez en Madrid, cuando me di cuenta de que estaba corriendo solo para hacer el gol me empezaron a temblar las manos, lloraba. Y si bien no estaba físicamente mi viejo, lo sentía ahí conmigo. Él me enseñó desde el vamos. A respetar, primero, a mantener ese código interno, de pedir permiso para determinadas fotos.
Durante la última gestión cambió el paradigma del rol que ocupaba el fotógrafo en el primer equipo del club. Ahora, es quien comparte el día a día y cada viaje con los jugadores: “No estaban acostumbrados a que vaya una persona con cámara de viaje constantemente, pero saben que no voy a andar molestándolos, siempre a los mismos jugadores. También, es un vamos y vamos, hay fotos instantáneas del grupo que son las que más garpan y salen de una. Acá lo importante es mantener el respeto. En eso, Marcelo Gallardo y cuerpo técnico te da total libertad. Si vos te vas un poquito y mostrás otras cosas te lo hacen saber, pero no en el mal sentido. Es la línea que quieren para el plantel”.
Entre sus mejores anécdotas atesora una que tiene con el entrenador más ganador de la historia del club: “Con Gallardo, una vez que ganamos una copa, tengo el privilegio además de hacerle las fotos, hacemos una foto con la copa y yo me sacó después una foto con él. Es como una cábala. Son pequeños recuerdos que voy teniendo y con todos hay buena relación”.
– ¿Cuál es el primer momento se te viene a la cabeza, Diego?
– La final a Boca en Madrid. Ahí busqué más allá del festejo de los jugadores, traté de mezclar a la gente que estaba festejando, que se estaba abrazando, y a los jugadores tirados. Siempre trato de mezclar mucho eso, de mostrar qué siente el hincha, qué le pasa al hincha en ese momento tan importante cuando hay un gol, un festejo.
– ¿Qué recuerdo tienen juntos adentro de una cancha y con River?
Palito: –Tuvimos varias vivencias muy fuertes, como su debut en un River-Boca en un clásico que ganamos 3 a 0. En el túnel nos abrazamos, porque ese fue su primer clásico como reportero gráfico. Son cosas que agradezco, porque muy pocos pueden compartir algo así. Hay profesiones que te brindan eso. Esa fue la primera gran emoción.
“Él ama todo esto y lo lleva muy adentro”, remarca Palito, que en sus tres décadas junto a River vivió muchas experiencias, pero ninguna comparable con la más grande de la historia: “Le llevo una ventaja a mi hijo, lo lamento por él: el único título mundial lo tengo yo”. Diego ríe, porque retruca, sabiendo que tiene con qué creer: “Yo soy el que tengo una pequeña ventaja: le gané una final de Libertadores a Boca”.
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