Una atajada con nombre e historia
A cinco años de una atajada que marcó a fuego una etapa del club y la suya, recordamos la charla con Marcelo Barovero, el capitán del aquel equipo que nos devolvió al plano internacional.
Por Damián Eiberman
Una lluviosa tarde de septiembre en Buenos Aires. Son pasadas las 3 de la tarde y un equipo de Revista 1986 recibe, en el Paddock del Monumental, a uno de los arqueros más grandes de la historia de River. Marcelo Barovero llega más temprano al entrenamiento para charlar un rato con nosotros. Atrás quedó el partido de Ida contra Liga de Quito y media jornada de descanso. Por el ventanal, ya sin los estruendos y la fiesta millonaria, el estadio presenta un clima nublado y una quietud impresionante.
Marcelo Barovero es uno de los pilares fundamentales del River súper campeón del Muñeco Gallardo. Con sobriedad, mucha capacidad, liderazgo y memorables atajadas, ya quedó en la historia grande del Millo.
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“La clave es el hecho de que nosotros hicimos rápido el click, dejamos atrás la forma de trabajar de un cuerpo técnico y nos abrimos a otra posibilidad”.
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Sereno, rememora aquellas noches de finales de 2014, mientras, interrumpimos su repaso al notar que no nombró el penal a Gigliotti: “¿Qué cambió con el penal?”. Saca su primera sonrisa, sabe lo que significó ese momento para el hincha y para lo que se le vendría a River en los meses siguientes. “Esa semifinal nos marcó a todos los que estábamos adentro de la cancha, por lo que significó, por el momento y por el rival. En lo personal, fueron unos segundos en que todo se paralizó y adentro mío también, quedó una marca enorme, un tatuaje, son sentimientos tan fuertes que quizás no lo pueda explicar nunca”, confiesa.
Nos cuenta aquel histórico momento como si se tratase de un día normal, como si viviésemos ese tipo de emociones a diario, con la tranquilidad que lo caracteriza, la misma con la que respondió ante la atajada de su vida: “En el momento traté de alejarme, en el momento que cobran el penal, tomando una actitud individual. Dejando a mis compañeros que vayan a reclamar o intercambiar con el árbitro las dudas que tuvieran; traté de tomar aire, en un momento que nadie esperaba para tener la lucidez de responder como quería hacerlo. La situación la había estudiado y se dio. Desde el momento que lo atajé en adelante, hasta que terminó el partido, no tenía idea o noción de lo que significaba ni miraba para atrás. Son partidos tan largos que sólo se mira el minuto siguiente, que termine y se dé el resultado que uno desea. Realmente, lo disfruté y me relajé cuando salí de la cancha y entré al vestuario”.
River ganó la Copa Sudamericana 2014 paseando su fútbol por Mendoza, Asunción, La Plata, La Boca y Medellín. Terminó invicto, jugando a un nivel impresionante y con figuras en un gran momento. La zurda de Piscu, los goles de Mora y Teo, la entrega de Ponzio y Rojas, el despliegue de Sánchez. Kranevitter manejando los hilos, Mercado y Vangioni incansables con su ida y vuelta. Entre Maidana, Funes Mori y Pezzella, más el complemento Mammana y Balanta, fueron los directos custodios del elegido mejor jugador del torneo: Marcelo Barovero. Recibió 5 goles en 10 partidos y mantuvo la valla invicta en 6. Además, del ya célebre penal a Gigliotti en la Semifinal, tuvo enormes partidos como contra Atlético Nacional allá y Boca de visitante, fundamentalmente.
Le tomó poco más de seis meses a este plantel ganar cuatro títulos internacionales al hilo. “No creo que tengamos idea realmente de lo que significa y el tiempo lo va a marcar; nosotros mismos lo vamos a disfrutar y valorar mucho más. Pasó todo muy rápido, no tuvimos tiempo para relajarnos, para decir ‘bueno, tenemos unos días para disfrutar esto’. Siempre tuvimos que volver a entrenar, volver a jugar y no se pudo y no se puede. Se vive de esta manera, es un círculo difícil de salir y lo más importante es que ya habrá tiempo para valorar todo esto; ahora tenemos siempre objetivos a corto plazo por disfrutar y conquistar, así que eso nos mantiene alejados de lo que es realmente darle mérito y valor a lo que hemos conseguido”, comenta Trapito.
Cuando un arquero está en su nivel máximo, y responde llevando al club a lo más alto, es inevitable relacionarlo con la Selección, aunque Barovero parece resignado esperando la llamada: “Es difícil hablar de lo individual y siento que me han tocado vivir todas las cosas que un jugador desea jugar y responder, estar a la altura todo el tiempo. Prepararse para estar en ese arco que es tan importante. Imaginé que estando tantos años en esta institución podía llegar la oportunidad, pero no se dio. La verdad siento resignación con eso. Si no se dio hasta ahora es muy difícil, es raro cambiar los gustos y más allá que a veces cuesta entender las cosas, yo sé cómo es mi fútbol. Será algo que quedará pendiente en mi carrera”. Sin embargo, no se detiene en eso y sólo piensa en River: “Sí, son decisiones y es difícil de entender. Trato de responder, de hacer lo mejor y no gasto energía pensando en lo que puede pensar un técnico, como para poder llenar ese pensamiento. Gasto toda mi energía en tratar de cubrir este arco cada partido que me toca, es lo único que me importa. Le debo realmente todo a esta camiseta, a este club y principalmente a mis compañeros y al cuerpo técnico”.
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