River de América: El Príncipe Enzo y la corona de América
Se cumplieron 23 años de la segunda conquista, en el especial de la Copa Libertadores, Marcelo Escudero recordó los detalles de la final en la que fue clave.
Por Tomás Torres
En este especial de la Copa Libertadores repasamos con sus protagonistas los momentos más importantes de la historia del Millonario y la mayor competición del continente. Daniel Onega, Jorge Gordillo, Marcelo Escudero y Fernando Cavenaghi recuerdan los detalles de las actuaciones que pusieron el nombre de River en lo más alto del fútbol sudamericano. A continuación el extracto correspondiente al trofeo logrado en 1996.
Otra vez la década llegaba a su sexta parada y, como ya era costumbre, River jugaba una final de Copa Libertadores. En 1996, la historia se repitió, como había ocurrido diez años antes, y un equipo fantástico, orquestado por Enzo Francescoli y Ariel Ortega, volvió a ganarle una final a América de Cali y consiguió la segunda conquista de América.
Marcelo Escudero, volante importantísimo de ese plantel, ese que desde la derecha lanzó el centro para el segundo gol de Hernán Crespo en la final, reproduce hoy en su cabeza imágenes vívidas, siempre inmortales, de una noche que quedó en la historia grande y eterna del fútbol: “Recuerdo que concentramos en un hotel de Recoleta. Siempre salíamos dos horas antes del partido, y esa vez a eso de los seis de la tarde estábamos en camino. En un momento, a la altura de La Pampa y Libertador, el micro se frenó. Nosotros no sabíamos qué pasaba y nos asomamos por las ventanas: toda la avenida era un mar de gente que, al vernos, empezó a cantar y saltar. Así arrancamos, con una adrenalina tremenda”.
Más que por el título, aquella noche quedó en la memoria colectiva gracias al mejor recibimiento jamás realizado. “Era una noche helada, de mucho frío, pero en el vestuario estábamos todos en cuero y transpirando muchísimo –dice Escudero–. Y encima, cuando terminaba de dar la charla Ramón, las paredes en las que estábamos apoyados se empezaron a mover: era la gente que saltaba en las tribunas. Nunca vi la cancha de River como estuvo ese día. El recibimiento fue espectacular, tanto que no podíamos ni hablar con un compañero que teníamos a un metro”.
Cuando la pelota empezó a correr, los nervios quedaron en un segundo plano y apareció el fútbol, el Burrito Ortega y todo el esplendor de su cintura: “Él era la figura. El Burro agarraba y te liberaba el juego; con una gambeta te dejaba mano a mano con el arquero”. Por su parte, Escudero logró librarse de las tensiones y aprovechar la oportunidad de quedar en un lugar importante de una de las páginas doradas del club: “Estaba tan concentrado, que por eso me salió ese pase. Te juro que si pateo 100 veces más ese centro, no lo tiro de nuevo al mismo lugar”.
*Conseguí la edición Nº 73 en —>> Tienda 1986.
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