No puedo pedir más
Por Fernanda Villagra
Hace un año comenzaba todo.
Porque si bien desde que el “me verás volver, y te arrodillarás” tomó transcendencia, en esta última parte a los hinchas de River nos han ido pasando cosas que no podemos expresar con palabras. Desde que Marcelo Gallardo volvió al club en otra faceta, una que desconocíamos, y aún sabiendo que si algo lo había acompañado en su carrera como jugador profesional de fútbol era su claridad, su capacidad de tener la pelota a los pies y pensar al mismo tiempo, nadie pero nadie podía imaginar que ese mismo hombre estaría a punto de darle vida a un imperio.
Ha sido tan exitoso este ciclo de Gallardo como director técnico que hasta lo podemos dividir en dos: aquella primera etapa en la que se ganó la Copa Sudamericana 2014, Copa Libertadores 2015 y Copa Argentina 2016… quizás ahora que lo estoy escribiendo, y habiendo dejado algún título en el medio sin mencionar, suene a que es un montón. Y lo fue. Y lo vivimos y lo festejamos. En cada mano a mano, en cada noche de copa, en cada enfrentamiento de eliminación directa con el eterno rival, en las eliminaciones al eterno rival. En esta primera etapa sentíamos que lo habíamos ganado todo. Sentíamos que no podíamos pedir mucho más. Por lo bajo susurrábamos que queríamos más.
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Nadie pero nadie podía imaginar que ese mismo hombre estaría a punto de darle vida a un imperio.
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Fue en diciembre del 2016 cuando Gallardo decidió seguir. Quería seguir alimentando nuestra existencia. Vaya desafío tenía este hombre… pero he aquí la diferencia de él con el resto de los terrenales: ÉL CREÍA QUE AÚN HABÍA MUCHO POR GANAR. Es entonces que cada noche antes de dormir, entre otras cosas, agradezco que a mediados de diciembre del 2016, Gallardo haya decidido quedarse. Porque hoy lo puedo decir: íbamos por más. Si bien el 2017 fue un “año difícil”, porque para el hincha de River es muy fácil hoy sentir que las cosas no están del todo bien, porque nos hemos acostumbrado un poco a esta sensación de caminar por el aire, de andar livianos, de andar tranquilos, de sentirnos campeones constantemente. En ese 2017 las cosas costaron un poco más, y aún así la Copa Argentina volvió a quedarse en casa y nos dio el pasaporte directo a la Libertadores 2018 y lugar a lo que sería la primera final histórica entre River y Boca.
Pero para las malas lenguas este había sido solo un “premio consuelo”, no había sido suficiente. La copa que nosotros queríamos, según decían la habíamos perdido, la habíamos regalado. Y nos costó dormir algunas noches, no lo voy a negar… pero señores, quiero decirles, que acá abrimos la segunda etapa y el comienzo de la gran obra maestra.
River empezó el 2018 siendo un equipo poco lúcido en cancha. Por momentos parecíamos aún golpeados. Es verdad que aquella eliminación con Lanús en La Fortaleza nos había tildado un poco, pero la Supercopa ya tenía fecha puesta. El partido con Boca sería el 14 de marzo de 2018 en Mendoza. Por esos días me acompaño la sensación de “que algo podía pasar”. No suelo preocuparme cuando alguna sensación de pronto me invade, me hace ruido cuando nada de eso me pasa. Pero esta vez lo sentía. Ese 14 de marzo del 2018, River empezó a sellar su grandeza. No era un día más. Porque habíamos eliminado a Boca en dos ocasiones anteriores, pero esto era mucho mas grande todavía. Desde este día el que ganara, le diría al de la vereda de enfrente que no había nada más de lo que hablar: “yo te gané la final”, y fin a toda discusión.
Y River ganó esa final. Y qué hermosos fueron los días posteriores. Y qué hermoso fue el año posterior.
Porque aún mientras lo escribo no lo creo. Parece todo un perfecto guión de película. Siento que pasó mucho desde que redacté que “sentíamos que no podíamos pedir más” y esa misma sensación teníamos ahora.
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Y qué hermoso fue el año posterior.
Porque aún mientras lo escribo no lo creo. Parece todo un perfecto guión de película.
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Pero por esas cosas del fútbol y de la vida, que el que ama este deporte las encuentra tan emparentadas, nuestro eterno rival tuvo revancha. Llegamos juntos a la final de la Copa Libertadores 2018. Teníamos a todas las fuerzas de un país en contra, al presidente en contra. Sin nuestro líder en el banco de suplentes, sin nuestro líder en cancha lo fuimos a jugar a tu casa. Estuviste dos veces con el resultado a favor, pero otra vez no pudiste. Te hicimos un gol sacando del medio, con Gallardo mirándolo desde El Monumental. Y quedaba un capítulo más… nos sacaron la localía, se jugó en otro lugar, en otro continente, lejos de nuestra gente y con ambas parcialidades. 120 minutos de fútbol en el Estadio Santiago Bernabéu que se hicieron interminables, 120 minutos para que River te vuelva a ganar, 120 minutos sellaron la gloria eterna. River te ganó la Copa Libertadores. River te ganó las únicas dos finales en la historia. Y es que River siempre fue grande, pero hoy lo es en demasía como para buscarle un rival.
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Para el hincha de River es muy fácil hoy sentir que las cosas no están del todo bien, porque nos hemos acostumbrado un poco a esta sensación de caminar por el aire, de andar livianos, de andar tranquilos, de sentirnos campeones constantemente.
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Este es un día muy especial, porque no quiero ser ingrata respecto de lo que se consiguió antes, pero lo que se logró desde el 14 de marzo del 2018 hasta hoy es algo que ni en el escenario más perfecto nos parecía posible. “Fue todo parte de la estrategia” dijo Gallardo. Cuánta lucidez, cuánta capacidad de reinventarse, de desafiarse, de superarse. Hoy vuelvo a decir que no puedo pedir más. Yo me siento campeona a cada segundo, a cada minuto, a cada hora. Ser de River es algo hermoso cada día, pero desde hace un año siento mi existencia enaltecida. Me siento intocable. Que lindo es sentir que todo está como tiene que estar. River tiene al mejor DT del mundo, hoy River es el mejor equipo del mundo. No quiero que nos tengan envidia, pero en Ñúnez hace un año estamos de carnaval.
¡Salud campeones!