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“Lloré mirando el Monumental”

Una carta en donde Fillol abre su corazón y recuerda su llegada al club, la relación con Angelito y una clave del River del '75. También el dolor que le provocó cambiar de trayectoria y el sentimiento hacia el Millonario.

Por Ubaldo Matildo Fillol

A los 5 años mi papá me hizo hincha de River, cuando me regaló una alcancía con los colores de la banda. Corría el año ‘55 y se usaban las alcancías. Y ya en el potrero, mientras disfrutaba, soñaba con jugar en River algún día. Después, la vida me dio la suerte de poder vestir esta camiseta tan querida. Es hermoso si uno es hincha de siempre, y llega a ese palacio de emociones que es el Monumental y se da el gusto de salir por el túnel y representar estos colores.

Llegué en el ’73 a River y dos años después, llegó mi maestro Angelito Labruna a dirigir el equipo. Fue imperdible para mí vivir seis años seguidos en el club junto a él. Era un técnico recontra ganador. Lo veía en el vestuario y era la mística en persona. Angelito era River caminando. Para nosotros fue un espejo. Después tuve la suerte de seguir disfrutándolo en Argentinos Juniors. Futbolísticamente, fue un padre para mí.

Mientras escribo esta carta recuerdo mi debut en River. Fue ante un equipo mendocino en un partido presentación de los refuerzos de 1973. Jugamos en el Monumental y ganamos 3-0. Nunca voy a olvidar el apoyo que me dio Labruna. Por eso siempre que escribo sobre River se me hace inevitable recordarlo. Una de las primeras cosas que dijo cuando llegó a River fue: “Mi arquero es el Pato Fillol”. Hasta ese momento atajaba Perico Pérez. Angelito lo mandó a Independiente y trajo a Perico Raimondo. Yo empecé a concentrar con Raimondo. Era un tipo muy especial, andaba todo el día en calzoncillos y con una camiseta toda rota. Así se paseaba por la concentración.

Recuerdo que en 1975 llegó el partido con Boca y le digo: “Che, Raimondo, cambiate esa ropa, siempre andás con lo mismo, sos un desastre”. Y me dijo: “No, Pato, lo que pasa es que esta ropa toda rotosa es mi cábala”. Ahí mismo largué una carcajada y le dije: “Si le ganamos a Boca, te juro que te prendo fuego el calzoncillo y la camiseta”. Por supuesto que le ganamos a Boca y a la semana, cuando volvimos a concentrarnos, me escondí atrás de un mueble sin que él se diera cuenta. Esperé sigiloso que se sacara la ropa. Cuando se distrajo le eché alcohol y como le había prometido se la prendí fuego. Todo el grupo miraba divertido. Ese día los muchachos me ovacionaron. Fue un momento muy divertido. Mientras escribo este recuerdo me invade la nostalgia. River siempre fue pura alegría. Es increíble lo que estamos viviendo.

Un día me tocó irme de River. Fue una tristeza terrible, pero así es el fútbol. Rápidamente, me contrató Argentinos Juniors. En esa época yo vivía en las Lomas de San Isidro y siempre usaba la Panamericana para llegar al Monumental. Venía por la ruta y cuando llegaba a General Paz doblaba a la izquierda y me metía en River. Era un camino bien directo. Para ir a la Paternal, tenía que doblar para el otro lado. Es decir, General Paz a la derecha y de ahí hasta la avenida San Martín.

” Sentía en mi corazón esa cancha, esos colores que vestí 10 años seguidos. Sentado en el auto, solo, y ante los inmensos paredones de la cancha, lloré un largo rato.”

Escribo esto desde el corazón porque nunca me voy a olvidar lo que pasó el primer día de concentración con el Bichito. Agarré el auto, salí de San Isidro por la Panamericana y doblé a la izquierda. No me di cuenta hasta que llegué a la puerta del Monumental. No lo podía creer. Me había confundido. Ese día terminé de darme cuenta lo que es River en mi vida. Sentía en mi corazón esa cancha, esos colores que vestí 10 años seguidos. Sentado en el auto, solo, y ante los inmensos paredones de la cancha, lloré un largo rato.

Pasaron 27 años y un día volví a River. Y por supuesto volví a vivir esa felicidad de estar en el club más grande de la Argentina. En 2010 me llamó Passarella. Cuando corté el teléfono me retumbaba muy fuerte en la cabeza lo que siempre nos decía Angelito Labruna: “Ustedes que entraron a la historia del club tienen que quedarse a vivir acá. Tienen que trabajar acá, no se tienen que ir nunca”. Me costó muchísimo volver.

Pero mucho más me costó irme de la manera en que me fui. Quedé destruido después de aquel horrible incidente con Juan Pablo Carrizo. Aquella situación me hizo muy mal. Podría decirles que me hizo pedazos. Hoy a la distancia, reflexiono y no hay día que no piense en aquello. En mi cabeza se mezclan imágenes del pasado. Todavía no entiendo cómo me sucedió eso. Tenía una gran relación con Juan Pablo. Lo conocí desde muy chiquito y todo se arruinó en un instante. No sé si algún día volveré, lo que sí sé es lo que siento por estos colores.

Nacido en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires, el 21 de julio de 1950. En 1973 llegó a River Plate, ganó siete campeonatos: Metropolitano 1975, 1977, 1979 y 1980; y Nacional 1975, 1979 y 1981. El de 1975 fue el más esperado tras 18 años de frustraciones.

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