El caballero del Perú
José Eusebio Soriano fue arquero, capitán, luchador por los derechos de los futbolistas y figura de River en años dorados, en los de “La Máquina”. Fue el último integrante de aquella memorable formación en decir adiós, en 2011. La historia poco conocida del peruano más laureado del club.
José Soriano nació el 19 de abril de 1918 en Chiclayo, Perú. Basquetbolista en sus inicios, gracias a su temible metro 90, practicaba fútbol en una cancha ubicada detrás de la azucarera que administraba en Chiclín, donde era agrónomo por vocación. Mientras tanto, también formaba parte de un seleccionado de fútbol provincial y sus buenas actuaciones lo habían catapultado a una gira por Sudamérica con la Selección Nacional de Perú.
En esos torneos internacionales se ganó el interés de muchos clubes argentinos: cuando visitó Buenos Aires en 1941 recibió al menos seis propuestas que rechazó rotundamente. ¿Por qué? Soriano estaba cómodo en Perú trabajando de agrónomo, ganando un buen sueldo, y no estaba dispuesto a resignar esa vida.
Ya en su país, cuatro meses más tarde de haber caminado los barrios porteños, recibió la visita del presidentedel Club Atlético Banfield, Florencio Solá, que pudo convencer a José de ir a jugar fútbol en Argentina. Soriano pidió entonces un permiso por un año (luego de ese tiempo juró volver) en el trabajo y armó las valijas.
El por entonces agrónomo devenido a arquero profesional, tuvo un eximio rendimiento en el club del sur del conurbano bonaerense y se ganó rápidamente el cariño de su público, que luego fue recíproco. En el Taladro disputó 46 partidos entre 1942 y 1944.
Tras haberse destacado durante casi dos temporadas en la máxima categoría y dejando de lado la promesa que se había hecho de regresar a sus tierras luego de un año, River Plate pagó por él 100.000 pesos y los pases de Eladio Vaschetto, Elías Fachetti y Juan Bautista Besusso. José impuso una sola condición: “Cuando River juegue contra Banfield, yo no voy a ser parte de la formación”.
Soriano no fue solo un gran jugador, sino también una persona de valores, tanto dentro como fuera de la cancha y fue apodado como “El Caballero del Deporte”. A la hora de firmar su contrato con el Millonario pidió una suma de dinero acorde a la que hubiese ganado en su trabajo original y le concedieron su pedido. Selló un acuerdo por 2.400 pesos, lo que representaba un sueldo altísimo respecto a los del resto del plantel, donde jugadores como Ángel Labruna y Adolfo Pedernera cobraban, en promedio, unos 400 pesos. José le manifestó su situación contractual al resto del plantel y comenzó a revolucionar al fútbol argentino.
Durante ese mismo año, en su departamento de la calle Brasil 343, octavo piso, se reunió junto a otros futbolistas a discutir acerca de sus sueldos y de los derechos que tenían ellos como deportistas profesionales. Se encargaban de mandar telegramas a todos los capitanes de los equipos, tanto de Primera como de Segunda, para sumar más adeptos a la causa. Allí, en su casa, sentaron las bases del primer gremio que respaldó a los futbolistas: Futbolistas Argentinos Agremiados.
Su estilo de juego fue una novedad para la época. Obligado a salir a cortar jugadas permanentemente por el vacío que dejaba una defensa muy adelantada, siguiendo órdenes del entrenador Renato Cesarini, José se destacó por su juego de pies y su colaboración en tareas defensivas fuera del área, además de ser una garantía bajo los tres palos. Con el tiempo también se ganó la capitanía de ese equipo. Entre 1944 y 1946 jugó 71 partidos y conquistó el campeonato del ’45. Al final de su contrato fue traspasado junto a su gran amigo Adolfo Pedernera, a Atlanta, donde jugó su último año como futbolista profesional.
Sobre La Máquina, Soriano dejó una definición impecable: “Éramos una gran familia. Nosotros los lunes no hacíamos nada; los martes, una parrillada hasta las nueve de la noche. Los miércoles algo livianito. Los jueves sí, un partido pensando en el rival, en cómo se le iba a jugar al adversario. Viernes, nada. Sábado, livianito. Y andá a verlos jugar el domingo, hacían lo que querían”.
En agosto de 2009 Banfield, en conjunto con River, organizó un homenaje donde le fue entregada una plaqueta en reconocimiento a su trayectoria en ambos clubes. En Núñez es considerado como uno de los diez mejores extranjeros de la historia.
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