#CampeonesDeAmérica: 1996, la leyenda de Ramón y la jerarquía de Enzo (Capítulo 2)

El River de Ramón con Enzo como emblema lograba la segunda Libertadores. La efectividad del pibe Crespo.

Comenzaría la leyenda de Ramón Díaz en River. El Millonario tenía un equipo con nombres propios experimentados, pero que no venía jugando bien en el campeonato doméstico. Al punto de que se dudaba de la continuidad del DT a cargo de los de Núñez. Era un equipo que jugaba de local de una manera y de visitante de otra. En el Monumental te mataba, te metía dentro de un arco, planteaba una táctica ultra ofensiva. Y de visitante especulaba un poco más. Sacaba al volante por izquierda y ponía a Sorín, que era suplente de Altamirano, para tener más marca en el medio. Aquel equipo, fuera de casa sufrió un poco debido a los planteos de Ramón, pero de local parecía que podía golear a cualquier equipo que visitara el Antonio Vespucio Liberti.

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Era un equipo que jugaba de local de una manera y de visitante de otra. En el Monumental te mataba, te metía dentro de un arco, planteaba una táctica ultra ofensiva.

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El Mono Burgos fue una pieza clave en el arco de River durante todo el certamen continental. Combinando la experiencia y la juventud, se formó un plantel con templanza y personalidad. En la delantera, el tridente ofensivo daba miedo. Enzo manejaba los tiempos de la orquesta como un falso enganche, el Burrito mediante gambetas desequilibraba a las defensas rivales y Crespo sería el artillero goleador del equipo con diez tantos. Con Gallardo como comodín y alternativa desde el banco y Almeyda, que más que una promesa se volvió una realidad a la hora de alternar con Astrada en el medio, River se adueñó nuevamente de la Libertadores. De esa noche queda el recuerdo de las palabras de arenga del Príncipe antes de salir a la cancha para conquistar América, por segunda vez en la historia: “Ninguno sabe cuánto valen estos noventa minutos”.