El fantasma del Bernabéu
Juan Pablo De Luca sigue con la saga de Juan Barbicano, el personaje que protagoniza su primera novela “Misión Tilcara”. Esta vez, la odisea recorre dos continentes, los avatares del deporte, la política y algunos personajes sobrenaturales. Una historia ideal para los amantes de la literatura y el deporte. Acá un anticipo.
Y VA EL TERCERO
ESTADIO SANTIAGO BERNABÉU.
Madrid, 31 de diciembre de 2018. Noche vieja.
Apenas faltaban trece minutos para la medianoche, cuando descendimos de una furgoneta que quedó estacionada sobre la calle Rafael Salgado.
Habíamos aguardado que comenzara la transmisión de RTVE desde Puerta del Sol. El famoso ritual de las campanadas y las uvas para recibir al nuevo año. Toda la atención de los españoles estaría concentrada ahí. Hasta los guardias del Bernabéu se distraerían en ese momento. Entre el descenso del carrillón, los cuartos y las doce campanadas, tendríamos poco más de un minuto para ingresar. Así lo había calculado Héctor Plasma, nuestro líder.
Mi hija sería la encargada de encender la mecha en la base de los fuegos artificiales. Buscábamos crear el mayor desconcierto en la fría noche madrileña.
Con un gesto marcial, el líder nos indicó que lo siguiésemos. Desde la acera bajamos una docena de peldaños hasta una fuerte puerta metálica. No sé de qué manera, pero Héctor la abrió fácilmente. Lo seguimos hacia el interior. Avanzamos por diferentes pasadizos, se nos iban consumiendo los segundos. En una bifurcación nos dividimos en dos grupos de acuerdo a lo pactado.
No encendimos las linternas, pero usábamos los visores nocturnos. Observar todo en tonos verdes en la oscuridad me retrotrajo a los combates en Malvinas. A la vez empezaron los estallidos de los fuegos artificiales sobre el Paseo de la Castellana. Me sobresalté. ¿Algún día podré superar todas estas cosas?
Esta misión es alocada, pero no temible. Me pregunté: ¿Qué carajo estoy haciendo acá, recibiendo el 2019 en las entrañas del Bernabéu? Ya tengo 55 años, soy un tipo grande para estas aventuras. Por seguirle el juego a Plasma y a su teoría del Fantasma. Sé que debo agotar todas las hipótesis, pero creo tener en claro lo que pasó el 9 de diciembre.
Reaccioné, no debía paralizarme. Apuré el paso, me había quedado relegado. Al llegar a una curva del pasillo me pareció ver un reflejo extraño, pero lo descarté. El pelotón lo encabezaba Héctor Plasma, a la derecha mi amiga Zoe y detrás, un matrimonio de abogados madrileños: Amparo y Amancio.
El líder, con la mano en alto, hizo que nos detuviésemos. Señaló hacia las Ghost Metro Plus, el arma preferida de los cazafantasmas.
Nos alistamos. Estuvimos en posición expectante sin movernos durante unos minutos. Dio la orden de ataque y apuntamos hacia donde indicó. Los sensores sonaron intermitentes. Algo pareció moverse. Corrimos hacia el sector 213N. Recordé el lugar. Era donde estuvimos todos los de River durante la finalísima.
En el visor me pareció ver una nube rara que atravesaba la pared en dirección a un palco. Dejé el corredor y me dirigí hacia las plateas, quería confirmar si era el sitio de la selfie. Leí los carteles. Era ahí.
Sentí que se me agitaba la frecuencia cardíaca. No tuve tiempo de tomarme el pulso. Un cuerpo pesado pasó rodando hacia abajo, muchos escalones. Amparo había trastabillado, al perder el equilibrio se despeñó por el pasillo mientras lanzaba un aullido. Su marido corrió a ayudarla y, en la desesperación, también se cayó. Estaba llegando a ellos, para socorrerlos, cuando se encendieron las luces del estadio, al menos en la primera bandeja.
Ocho hombres de la empresa de seguridad privada del Real Madrid, más dos oficiales de la Policía, con pistolas eléctricas Taser, nos apuntaban.
Por tercera vez en mi vida tuve que arrodillarme y, entrelazando mis manos detrás de la cabeza, grité fuerte: ¡Me entrego!
Esta vez no tenía la cara en llanto por la impotencia y el dolor como en Malvinas, ni esperanzado como en Tilcara. Esta vez estaba resignado al ridículo. Mientras me esposaban, sonreí amargamente y negando con la cabeza me dije: Otro fracaso. Y va el tercero.
Conseguí la edición N°89 en —>> Tienda 1986.
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