Vergüenza copera
Locura. Inseguridad. Miedo. Pienso en escribir unas líneas sobre las sensaciones que tuve hace horas en la Bombonera y no sé siquiera por dónde empezar.
Por Federico Peretti, fotógrafo de la Revista 1986.
Esas son las primeras tres palabras que se me vienen a la cabeza. También tengo bronca, mucha, porque Ilusionado con rearmar la victoria en casa y ganarles a ellos en la cancha, ante su gente. Quería verlos en vivo derrotados enojados, repitiendo irónicamente la única letra que parecen conocer del abecedario. De una derrota deportiva se vuelve, de lo que hicieron ayer no.
Pero vuelvo a la ilusión que tenía… qué bien hablamos arrancado, que lindo planteo del Muñeco. Pensaban que River iba a pegar y fue a jugar. Lo de Ponzio ya no se puede creer, juega contra ellos como si fuera uno de nosotros, un hincha de corazón. El pibe Driussi, Mora aguantando todas agranda este equipo en las difíciles.
Estaba contento con las fotos que iba sacando, once tipos y un puñado de suplentes con el rojo y blanco en el pecho, frente a una marea azul y amarilla. Estaban jugando a lo guapo, bancando futbolísticamente la parada. Estaba nervioso, obvio porque no dormí en toda la semana esperando la revancha, pero me fui confiado al entretiempo. El equipo tenía con qué ganar el partido y darnos la alegría que merecíamos. Porque tuvimos que esperar 10 años para la revancha por lo del 2004, y era muy injusto que ellos hayan tenido que esperar menos de seis meses para tener la suya. Así que me cambié de lado para seguir cubriendo, como siempre, el ataque de River con la esperanza de tener otro festejo como el de Ramiro que me llevé de esa cancha, que se me paró al lado mientras todo el estadio estaba en silencio. Me lo imaginaba a Carlitos Sánchez, o Cavenaghi entrando desde el banco. Fotografié el partido mil veces en mi cabeza. No pudo ser.
Cuando estaban saliendo los jugadores para disputar el segundo tiempo empezó el despelote. No puedo saber qué pasó, quién hizo cada acción, sólo puedo contar lo que vi. Lo que viví. Estaba sentado al lado dela manga, bien pegado: Vi como dos tipos intentaban con una bengala quemar la manga y meter la mano adentro. Un colega me dice “hay humo en la manga”, entonces me voy hasta la punto y veo que los jugadores de River salían con los ojos llorosos. Gallardo que llamaba al árbitro, la policía que nos empujaba sin importar nada, todos calientes. Al primero que veo salir es a Ponzio, enajenado, con los ojos desvariados y la cara toda colorada. Vuelvo al lugar donde estaba antes, la gente no nos dejaba sacar fotos, los “empleados” del club no ayudaban mucho. Nos tiran cosas, nos escupen. Los policías, como siempre, miraban para otro lado, era imposible laburar. Porque yo voy a todos los partidos con el corazón de hincha, pero cuando estoy ahí me preocupo por tener las mejores fotos que cuenten lo que pasa. Sea un gol o lo que pasó ayer. Todo el estadio, no sólo la barra, cantaba que iban a matar a todas las gallinas, que no salíamos vivos de ahí. Era una locura generalizada. Nadie sabía bien qué hacer. Dos o tres veces nos dijimos: “¿Pero lo van a seguir?”, cada vez que los jugadores de Boca Agarraban la pelota.
El Muñeco se comportó como el líder que es, intentando cuidar a los jugadores, hablando con todo el mundo, bancando la parada ante el DT de ellos que lo acusaba de cagón. Increíble. Uno se va acostumbrando a los actos de violencia de los delincuentes de siempre, pero creo que nunca había visto tamaña falta de solidaridad por parte de un equipo rival. Porque son rivales deportivos, no enemigos. Arruabarrena, Orión, todos descontrolados intentando dar el puntapié y que la cosa continúe con varios jugadores de River en estado deplorable. En el medio, la psicosis colectiva que se pone cada vez peor. Mientras llovían los botellazos nos decían que era peligroso salir, y los jugadores más de una hora en el césped cuando tendrían que haber ido al hospital. Una locura. Fue una noche en la que perdimos todos, no sólo ellos por la eliminación o las sanciones que puedan sufrir. También perdió River que quería ganar en la cancha, y todos los que fuimos a contar un Superclásico y no lo pudimos hacer como estamos acostumbrados. Perdió el fútbol. Ganaron los malos, una vez más. Y fue ante las cámaras de todo el mundo.
ESTE ARTÍCULO LO PODÉS ENCONTRAR EN LA #43 DE REVISTA 1986