Por Leandro Vaquila
“Siempre recuerdo a Martín Pando. No lo tuve mucho tiempo, pero fue un buen rato, suficiente como para hoy, que soy grande, entender lo que es un formador, lo que es ser un maestro”. Las palabras que mezclan elogio con admiración son de un tal Marcelo Daniel Gallardo, quien habla de uno de sus primeros técnicos en Inferiores de River. No cualquier técnico, sino quien lo marcó para siempre, el maestro del maestro.
¿Quién es Martín Pando? Un ex volante derecho que supo llegar a River en 1962, luego de jugar en Platense (donde se formó) y en Argentinos Juniors. Su estreno con la banda roja fue en el Monumental frente al mismísimo Santos de Pelé. Partido que él bien recuerda, porque siempre lo soñó como hincha del club: “Me trajo Pipo Rossi, que era el técnico, y debuté con el Santos de local. Le ganamos 2 a 1, con un gol de Ermindo Onega y un gol mío, que no hacía goles nunca, lo ganamos bien”. Pando jugó tres años en El Más Grande, donde salió sub-campeón en dos ocasiones luego de jugar 53 partidos y marcar seis goles. Ese paso por Núñez le permitió forjar una relación con el brasileño Delem, quien años después lo llamó para trabajar junto a él en la cantera millonaria. Ese, sin saberlo, sería su trabajo por veinte años.
Gallardo relata la imagen fija que le quedó de Pando como formador: “Lo recuerdo siempre de buena manera porque era esa persona que cuando terminaban los entrenamientos, con tres o cuatro pelotas nada más y sesenta o setenta chicos para entrenar, él siempre tenía un tiempo más para dedicarnos”, recuerda.
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“Siempre recuerdo a Martín Pando. No lo tuve mucho tiempo, pero fue un buen rato, suficiente como para hoy, que soy grande, entender lo que es un formador, lo que es ser un maestro”, dijo Marcelo Gallardo
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Pando cuenta que él tenía a cargo la Séptima, Octava y Novena, algo impensado en estos tiempos: “Ahora es totalmente diferente. Una división: un técnico, un físico, un tipo que trabaja los arqueros, ¿qué es esto? Nosotros trabajábamos el preparador físico y yo. Nada más. Y Adolfo Pedernera de director general, de todas las divisiones. Pero un físico y yo. Las divisiones menores o las mayores, como nos ponían o nos turnábamos con Federico Vairo, una vez uno u otro”.
– ¿Cómo hacían para llevar a cabo el trabajo con tantas divisiones y chicos?
– Nosotros teníamos 22 chicos por división y la suerte que los equipos venían bien formados, ya de abajo, desde Infantiles. De Novena en adelante agarramos a los que ya venían de 12, 13, 14 años, pero los de 10, 11, 12 venían bien formados. River tenía un señor llamado Ruiz, no recuerdo con exactitud el nombre, él estaba con los más chicos. Ese señor era un fenómeno porque no es lo mismo trabajar con un jugador mayor de catorce años que con chicos de nueve o diez. Los mayores aprenden con mayor facilidad, el que trabaja con los chicos tiene que tener una paciencia diferente para hacerse entender. Como digo, él nos mandaba los equipos casi armados. Por ahí faltaba alguno y lo conseguíamos nosotros. Hacíamos pruebas todos los lunes de jugadores libres, de los que se venían a probar.
No solo el técnico de River recuerda a su antiguo maestro, sino también, su cuerpo técnico, como su ayudante Hernán Buján: “Nosotros hacemos hincapié en lo técnico más que en lo táctico. Estamos convencidos de que si no tenés control y pase es en vano hablar de posesión. Intentamos volcar lo que nos inculcaron Pando, Vairo y Pedernera”. Esta explicación se remonta al primer año y medio de Gallardo, cuando se levantó la Copa Sudamericana y Libertadores. Algo que remarca la identificación por la escuela riverplatense y sus docentes de una manera muy emocionante. Ahora, ¿qué recuerda Pando de su alumno?
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“Marcelo jugaba bien, sabía jugar, había que trabajarle la pierna izquierda, y otras cosas, pero jugar sabía hacerlo bien. Te digo la verdad, yo no puedo decirte ‘éste va a ser técnico’ porque en el fútbol puede pasar cualquier cosa, pero es un fenómeno, cuando hace un cambio sabe lo que hace”.
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LOS MÉTODOS DE UN MAESTRO
“Me cruzaba con Pedernera por los pasillos del club, te agarraba y te decía: ‘Nene, ¿probó hoy con el parietal derecho?’. A algunos no les gustaba. Decían: ‘Este viejo pesado…’. A mí no, a mí me encantaba. O si no te agarraba Martín Pando y te tenía pateando de zurda y derecha media hora contra una pared al terminar la práctica”, explica Napoleón sobre otra vivencias que mantiene intacta sobre su formación.
– ¿Cómo eran esos ejercicios?
– En la cancha auxiliar del club está la pared que da a Lugones y yo me lo llevaba una vez que terminaba la práctica y le decía: ‘Con ésta le pegás, con la derecha, y cuando viene, con la izquierda. No fuerte, poco a poco, porque si vos sos derecho, todo el perfil izquierdo de la cabeza al pie lo tenés “muerto”. Después, si vos venís con la pelota con el perfil derecho y está el arquero, lo gambeteás para la derecha y te queda el arco para la izquierda, ¿cómo pateas? Tenés que activar toda esa zona izquierda. Lo mismo el centro a la hora de cabecear’. Todas esas cosas le decía, de lo que me parecía que tenía esa falencia. El problema es que vos lo ves en la cancha, lo seguís y le decís pará, otra vez hacemos la jugada.
– ¿Y qué más hacía para enseñarles o corregirlos a esa edad?
– Lo que más hacía para trabajar con los juveniles era correr a la par de ellos. Los seguía y si en la jugada tenía que dársela a determinado sector y pateaba para el otro lado, los frenaba y les preguntaba por qué lo habían hecho y les explicaba cómo se tenían que mover. Por ejemplo, solía pasar que venían jugando con el compañero y los delanteros se quedaban adelante, no venían a buscar la pelota… Cuando el medio tira la pelota tenemos que ir para atrás. Tocar y seguir, y no pescar, nos metemos offside nosotros, hay que devolver la pelota y después sí, toque, devolución y después viene, cuando te tirás atrás, el marcador viene. Esto lo hace muchas veces Maidana.
DEL PELADO AL HIJO DEL VIENTO
Pando tuvo a muchos de los grandes jugadores de River que luego deslumbraron al fútbol internacional. De ellos recuerda las anécdotas de dos que de correr y gambetear sabían mucho. “Te cuento una que me pasó con el equipo de Ramón Díaz. Labonia jugaba de 8 y Díaz, de 10. En un partido en el primer tiempo la agarraba la pelota Ramón y gambeteaba uno, dos, tres, cuatro jugadores y no la pasaba. El quinto se la sacaba, claro, venía haciendo un esfuerzo enorme que era innecesario. El que te viene a marcar está fresco porque no entró en juego y le resulta más fácil. Más allá que el Pelado tenía un pique y le pegaba a la pelota una barbaridad. Después la agarraba Labonia y hacía lo mismo, pasaba uno, dos, tres, cuatro y tampoco la pasaba. Entonces, terminó el primer tiempo, llegamos al vestuario y los senté a los dos en el lado contrario de donde estaban sus compañeros y les digo: ‘¡¿Ustedes a qué juegan?! Que agarra la pelota uno, dos, tres, cuatro, cinco y la agarra el otro y hace lo mismo, acá tenemos que acompañarnos y jugar equipo’. Los tuve que poner solos y demostrarles enfrente de sus compañeros su error”.
– ¿Y qué pasó después? ¿Entendieron?
– Sí, ya no gambeteaban tanto. Son cosas de chicos, pero si vos no les decís: “esto no sirve, esto no puede ser”, entonces van a seguir haciendo siempre lo mismo…
El otro recuerdo es de Claudio Paul Caniggia, ese destacado delantero que supo brillar con la Selección Argentina. Ya desde sus comienzos, su velocidad sobrepasaba todo: “Vamos a jugar a Pontevedra con Ferro y Caniggia era un tipo ligero, muy rápido, buen chico también. Entonces les dije al equipo: ‘Está la derecha y está la izquierda de la cancha. Por la derecha no se pone nadie. La derecha la dejamos sin nada; del medio a la izquierda, el resto’. ¿Por qué? porque por ese sector iba Caniggia. Se ponían tres o cuatro, él los pasaba a todos. ¡Tenía una velocidad! Él se los gambeteaba a todos. Un fenómeno”.
LA DOCENCIA Y EL FUTURO
Desde su casa en el corazón del barrio River, donde supieron vivir también glorias como Ángel Labruna y Pipo Rossi, a cuadras del Monumental, el ex volante derecho de la banda explica su pasión por la formación: “Me gustaba hablar con los chicos, enseñarles, ayudar, a mí me ayudaron también. A mí me gusta ayudar a los chicos, decirles todas estas cosas que los pueden formar para ser más completos. En River jugué tres años, del 62 al 64, y después estuve casi veinte años en Inferiores”. Aprendizaje que parece haber quedado en su alumno Marcelo, ya que no solo se preocupa por la Primera. Como ha mencionado el presidente D’Onofrio, el técnico y la institución están llevando en conjunto un proyecto infanto-juvenil que promete resurgir la cantera riverplatense como en sus tiempos de gloria.
– ¿Qué opina sobre el proyecto de Inferiores que se está llevando a cabo con Gallardo a la cabeza?
– Es eso lo que vale, él quiere que todas las Divisiones jueguen de la misma manera. Es difícil, porque un chico de catorce o quince años no va con otro de dieciocho, pero es lindo que tengan una manera de jugar. Sobre todo para que cuando lleguen arriba jueguen de la misma manera. El problema de “arriba” es la gente y la responsabilidad que tienen, responsabilidad tenemos todos, todos jugamos para ganar, hay que tener un poco de personalidad. Cuando un tipo tiene personalidad, o sea si el tipo juega y tiene personalidad, va a rendir junto a los compañeros que están en River que siempre son grandes jugadores. Es cuestión de tenerse confianza. Yo, la verdad, entraba a la cancha y me preguntaban después del partido, cuánta gente había y realmente no sabía, no miraba cuánta gente había, yo estaba concentrado en el partido.
– ¿Qué siente cuando lo ve a Gallardo y todo lo que logró en estos años?
– Me da una alegría inmensa. Imagínate la alegría que me da… Primero porque él era un buen jugador, y buen chico, y yo solo quería ayudarlo a crecer. Ahora, además tengo alegría por lo que está haciendo, no sé, para mí es el mejor técnico argentino, pero esto vamos a dejarlo que lo digan otros. Tengo unas ganas de verlo, no lo veo nunca, no lo vi más desde su época de jugador, y si lo veo le pego un abrazo, pero no por esto de los títulos o que se acuerde de mí. Ahora con esto más… Le tengo que agradecer…
*Conseguí la edición Nº 74 en —>> Tienda 1986.
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