Fútbol y di(ez)sidencia
Justina Morcillo es la mayor promesa (y realidad) del plantel femenino de fútbol y también una militante de los reclamos de las mujeres por un profesionalismo real, justo y sin desigualdad. Con 19 años, ya es la “10” del Más Grande: una criteriosa armadora de juego y buenas palabras.
Desde las entrañas de los vestuarios de la cancha auxiliar brotan gritos, cantos entremezclados con el ruido de una decena de duchas. Afuera hace frío, el cielo es gris y el viento insoportable. Empiezan a salir grupos de mujeres con el pelo mojado: son las jugadoras de la Primera e inferiores que ya han terminado su jornada. Y a una de ellas, la número diez, la estamos buscando.
A lo lejos, entre muchas familias que colman los escalones de la tribuna, asoma su pelo rojizo. Ningún periodista de ninguna cadena televisiva la acecha, ni se ha formado un círculo a su alrededor para pedirle selfies. Está sola y con un café en la mano que se le entibia lentamente.
Tiene 19 años y desde los 15 participa de las selecciones juveniles de Argentina, cuando fue citada a la Sub-17. Es platense, de Gonnet, desde los 11 años que juega en River y desde el 17 de julio es una de las 18 jugadoras del plantel femenino semiprofesional del club. Además, está cursando el primer año de la carrera de periodismo deportivo en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Es miércoles y el domingo Justina Morcillo hizo un golazo: pateó desde 30 metros y la colgó en el ángulo de la arquera de Racing. Pero lo urgente puede esperar. En el fútbol femenino todo lo urgente debió guardarse durante décadas en un cajón oscuro. Recién ahora, a las luces de una revolución feminista que hace temblar los cimientos de todas las estructuras, se ha empezado a torcer el rumbo de la historia.
Después de recorrer el Monumental nos sentamos en una escalera poco transitada. De fondo se escuchan pelotas de tenis de mesa que rebotan incansables. Y el equipo de la Revista 1986 comienza su propio ping pong.
–¿Cómo te sentís en este momento de tu vida?
–Muy bien. No sé si mejor que nunca, pero este año pasaron un montón de cosas que quizás no imaginaba o no imaginaba tan pronto, como la profesionalización y el reconocimiento de la gente. O mismo en los partidos, que viene mucha más gente.
–¿Cambió algo el estar cobrando un sueldo, aunque no sea muy alto?
–En realidad el esfuerzo y las ganas que yo le pongo y le puse fueron siempre las mismas. Está bueno, porque creo que es lo que tiene que pasar, y obviamente tiene que seguir creciendo. Todavía estamos muy lejos de lo que es el fútbol masculino o del femenino de otros países, incluso de Sudamérica como es Brasil, y muy lejos también de vivir de esto.
–¿Cómo se sintieron tras perder el superclásico en la primera fecha del torneo y cómo hicieron para levantar la cabeza tan rápido y estar entre los primeros puestos ahora?
–Perder el primer superclásico profesional 5-0 y encima en su cancha, fue complicado. La semana posterior también fue difícil, dolió, pero nos propusimos dejarlo de lado. Y ganamos 5-0. Nos preparamos durante cuatro meses y nos salió todo mal. Ahora sabemos que el año que viene tendremos revancha.
–El próximo será de local… ¿en el Monumental?
–Ojalá que sí. Ya lo hemos pedido, pero no depende de nosotras. Sería muy lindo y justo. Deberíamos jugar ahí todos los partidos, por una cuestión de igualdad. Ahora lo hacemos en la auxiliar (NdeR: donde entrenan ellas, las inferiores, infantiles y se organizan torneos para socios) y ya ni entra la gente ahí. Están todos apretados y el partido ni se ve.
Sólo 15 de más de 25 jugadoras cuentan con un sueldo mínimo de 20 mil pesos. “No le podés exigir lo mismo a la que cobra que a la que no lo hace. Es injusto e incómodo. Y encima, nadie puede vivir de esto”, reclamó Justina.
Algunos de los problemas que todavía atraviesan al fútbol femenino, incluso en el club más grande del país, recuerdan a sus primeros años en Núñez, cuando siendo una niña quedó en una prueba de la cual se había enterado su hermana por Facebook. Aunque primero la rechazaron por su edad, comenzó a entrenar con la Reserva… pero sobre el asfalto del playón. Pocas veces tenían cancha. “Entrenábamos, pero no jugábamos nunca… a veces algún amistoso, un viaje. En 2013 quedó solo la Primera y jugaba con gente de 20 años. Ellas tenían cancha, no tan buena, pero era algo. Y había un torneo. No era nada, pero en comparación era un montón. El crecimiento fue lento hasta este año, que fue todo rápido”, cuenta, mientras un entrenador pasa y la saluda con afecto.
Justina comenzó en el fútbol a los seis en el club San José de La Plata. En su familia nadie jugaba y fue difícil conseguirle un lugar. No era común. En San José estaba con los chicos y hasta participaba de los torneos, a pesar de la insólita resistencia de algunas madres y padres de otros equipos. Eran sólo dos chicas, hasta que se sumó tiempo después su hermana: “A esa edad no hay diferencia física. Creo que está bueno que hasta cierta edad se mezclen”.
–¿Qué cosas faltan todavía por mejorar?
–Por ejemplo, el torneo arrancó después de cuatro meses de parate y el inicio se postergó un mes. Tampoco hay alcanzapelotas… ni pelotas. Contra Racing jugamos con cinco distintas, muchas de años anteriores.
–Los cambios se están dando rápido… ¿pero bien?
–Faltan un montón de cosas, pero fue rápido y creo que va bien. También sé que es un impulso de la sociedad. No sé si es tanto que la gente de arriba tiene ganas de que crezca esto realmente, sino que es todo un proceso y la coyuntura ayuda un montón. El feminismo está teniendo lugar en un montón de ambientes, no sólo en el fútbol, y eso se ve reflejado acá y está buenísimo.
–En marzo, el entrenador de River, Marcelo Gallardo, y el excapitán Leonardo Ponzio las acompañaron para entrar a la cancha. ¿Qué significó eso para ustedes?
–Fue algo lindo. Gallardo es un genio y lo admiro, pero estaría bueno que haya una relación normal entre jugador y jugadora. Se supone que estamos en el mismo lugar, pero muchos ni saben quiénes somos. Pasa en todos los clubes, en todos los planteles.
–Deberían vender la “10” de Morcillo en la tienda del Museo…
–(Risas) Sí, son cosas mínimas, pero que dan cuenta del todo.
Justina está de novia con Florencia Fernández, otra jugadora del plantel: “Es impensable ver algo similar en el fútbol masculino, porque está culturalmente creado de otra manera, muy presionado por lo que diga la sociedad. Nosotras tratamos de construir un fútbol distinto”.
Todavía el club marca un enorme contraste entre los planteles profesionales en las cuentas oficiales. Para encontrar una publicación con una jugadora en el Instagram hay que bucear profundo: aproximadamente, aparecen en una de cada 100 fotos. ¿Cómo? En fechas imposibles de obviar (firma de contratos, Día de la Futbolista o la previa del River-Boca) o para promocionar las camisetas. ¿Cómo son esas promociones? El 12 de julio, Julián Álvarez, del plantel profesional masculino, aparece rodeada de cinco mujeres. Sólo él está etiquetado. De hecho, la cuenta de River no sigue a ninguna jugadora, pero sí a todos los hombres.
Su vida se divide entre Capital y La Plata, donde vive con su familia y cursa tres días a la semana en la UNLP. “Los lunes vengo, entreno y me vuelvo, y lo mismo el resto de los días”, detalla, y agrega que cuando no debe cursar se queda a dormir en lo de su novia en Capital.
Una de las mayores promesas del fútbol argentino, por su gambeta, por su pegada, por su desfachatez, no tiene idea ni cuántos partidos jugó ni cuántos goles tiene. Sí recuerda que hizo cinco años de batería (y tiene una en la casa) y uno de guitarra, “para saber lo básico” y sacar quizás alguna canción del Cuarteto de Nos o de Babasónicos, sus bandas favoritas.
Para el futuro sueña con poder vivir realmente del fútbol, con jugar en el exterior, participar de un Mundial con la Selección mayor y ganar la Copa Libertadores, en la cual ya obtuvo el tercer puesto en 2018.
–¿Sos consciente de este momento?
–Estamos siendo parte de algo histórico; las primeras en firmar un contrato y en jugar el primer superclásico de la historia profesional. Ojalá que en unos años sea normal cobrar un sueldo y siga creciendo, porque hace un año era imposible pensarlo que fuera así
–Hace muchos años tuiteaste que “el fútbol es el único amor que no traiciona”, ¿seguís pensando lo mismo?
–Nunca me traicionó. Sí podés estar mal por distintas razones, por lesiones, por partidos malos o lo que sea, pero creo que es algo que hasta que me muera me va a seguir gustando. Lo voy a disfrutar viendo, jugando, hablando. Desde que nací es así. El fútbol es mi vida.
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