Textos millonarios

Eternamente gracias

En el día de su cumpleaños, recordamos su paso por River, desde su millonaria transferencia, pasando por su adaptación, hasta la gloriosa coronación.

Por Germán Balcarce.

Pablo Aimar y Andrés D’Alessandro tuvieron que elegir otro número de camiseta. Ninguno de los dos pudo quedarse con la 10, tan emblemática y especial en River. Ese bendito número dejará de tener a su dueño luego de casi cuatro años. Gonzalo Martínez, quien cambió silbidos, murmullos e insultos por aplausos, ovaciones y hasta una canción tan pegadiza como Despacito, se marchará al Atlanta United, un joven equipo estadounidense que recientemente, ganó por primera vez la Major League Soccer bajo la dirección técnica de Gerardo Martino. Quince millones de euros limpios implica la transferencia del Pity a Norteamérica, es decir el valor establecido por la cláusula de rescisión. De ese monto, al club de Núñez le quedarán doce millones libres de impuestos, teniendo en cuenta que compró el 80% del pase en cuarenta millones de pesos en enero de 2015, una cifra que en aquel momento equivalía a cuatro palos verdes y generó demasiadas quejas de los hinchas, quienes hoy consideran una ganga esa inversión para comprarle los derechos económicos y federativos a Huracán.

Mucha personalidad

No es fácil jugar con la número 10 de River. Tiene mucha historia. Su peso es imposible de medir en kilogramos, pero basta con pensar que la utilizaron Norberto Alonso, Ariel Ortega y el mismísimo Marcelo Gallardo, ídolos indiscutidos del Más Grande. El Pity asumió el reto con una personalidad enorme, digna de emplear como ejemplo para cualquier futbolista profesional que está realizando sus primeros pasos. Jamás se escondió, nunca dejó de pedir la pelota. Al principio, cometió errores, chocó sistemáticamente frente a los adversarios durante sus peores momentos futbolísticos. Apuntó mal en diferentes centros y envió varios disparos por encima del travesaño. Y aún así, siempre se mostró como opción de pase. También, exhibió la otra versión, demorada a la hora de obtener el reconocimiento de la gente pese a que encaró con éxito, rompió esquemas, enloqueció a las defensas rivales, marcó goles, dio asistencias -lideró el rubro durante sus cuatro años en River-, provocó amarillas, expulsiones y generó el inolvidable penal que Carlos Sánchez transformó en gol contra Boca. Su primer año tuvo un balance positivo acompañado de altibajos que opacaron todo lo bueno que hizo.

La explosión

El año 2017 significó un quiebre para Martínez en River. Superó la irregularidad habitual, siempre seguida por una productividad poco destacada públicamente, para darle paso a un crecimiento espectacular. Una volea suya abrió la cuenta para vencer 3-1 a Boca en Brandsen 805. En cada título hizo su aporte, pero lo del 2018 fue gigante. El Pity fue la figura más determinante para cumplir con una cuenta pendiente del Millonario: dar la vuelta olímpica frente al rival de toda la vida en un duelo a todo o nada. Puso el 1-0 al ejecutar con mucha serenidad un penal tan pesado como el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza. Luego, asistió a Ignacio Scocco en el 2-0 definitivo. A partir de ahí sepultó varias dudas. Mantuvo su nivel y nuevamente, gritó en un Superclásico el 23 de septiembre pasado, cuando otra volea señaló la apertura del marcador del segundo 2-0 consecutivo.

Gracias a su festejo, los hinchas le crearon una canción contagiosa, capaz de instalarse en el cerebro sin ningún tipo de permiso: “El Pity Martínez, qué loco que está; el Pity Martínez, qué loco que está…”. La parte restante ya la conocen, ¿no? Además, el 10 empezó a tener mayor injerencia directa en su deuda personal, el plano internacional. Dos de sus tres goles en la reciente Copa Libertadores resultaron fundamentales. Pateó otro penal de máxima tensión para lograr la histórica remontada ante Gremio, en Porto Alegre. Pasaron muchos minutos entre la sanción de la infracción y el remate, aunque al volante ofensivo de ninguna manera le alteró la decisión. Sin embargo, protagonizó una acción que pasó a la eternidad: la corrida para el 3-1 campeón en pleno estadio Santiago Bernabéu. Esa secuencia se viralizó con distintas canciones en Twitter y hasta causó una recreación bastante graciosa en el Monumental. Más que justificado, tal vez haya sido el gol más importante de la historia de River porque decretó la conquista de América ante Boca.

Un cierre brillante

La participación de Martínez en el Mundial de Clubes tuvo dos episodios totalmente opuestos. Le tocó acertarle al travesaño en un penal ante Al Ain. Esa acción podría haber torcido el rumbo de manera favorable. Comenzó como suplente en el siguiente encuentro, el partido del tercer puesto contra Kashima Antlers: menos de 25 minutos le alcanzaron para ampliar la ventaja y después, ponerle punto final a su estadía con el manto sagrado a través de un golazo al picar la pelota por encima del arquero asiático. La ovación copó Abu Dhabi. Un día más tarde, se repitió en Núñez: “Olé, olé, olé, olé, Pity, Pity”, sonó con fuerza en casa. También, apareció el hit “Qué loco que está” y un pedido que no podrá evitar su adiós: “El Pity es de River, de River no se va”.

 

El Pity, en números

Jugó 163 partidos oficiales en River, donde ganó 8 títulos -integra el grupo selecto de quienes consiguieron dos veces la Libertadores-, marcó 35 goles (cuatro de ellos a Boca) y sufrió dos expulsiones. El 80% de su pase le costó 40 millones de pesos al club de Núñez. Ahora se fue al Atlanta United en 15 millones de euros limpios por esa misma porción de los derechos económicos. Su nuevo equipo fue fundado en el año 2014, salió campeón en 2018 y acaba de contratar como DT al holandés Frank De Boer.

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