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El primer Beto

La historia del delantero que se lucía entre figuras como Labruna, Walter Gómez y Loustau. Su dupla con Sívori y su máximo error como hijo de la casa.

Por Adrián Dalmasso (River Lujo y Pueblo)

El Beto Menéndez debutó en River y enseguida enamoró. Apareció una tarde de 1954 en La Bombonera reemplazando de apuro a Ángel Labruna, quién había sufrido horas antes la muerte de su padre. Tenía apenas 17 años, pero su desparpajo para enfrentar a puro toque y gambeta a consabidos leñadores como Colman, Lombardo o Pescia, cautivó de inmediato a quienes asistieron a ese superclásico ganado por 1-0 con gol de Eliseo Prado.

De todas formas, su exquisita técnica, su gran pegada y su repentización para la finta, no eran del todo extrañas para los que ya espiaban desde las inferiores a ese morocho menudito que provocaba hecatombes en las defensas contrarias junto a su compadre Enrique Omar Sívori.

No pudo afirmarse en primera hasta 1956. Figuras pesadas como Vernazza, Prado, Sívori, Labruna, Gómez, Loustau solo le dejaban lugar para jugar intermitentemente y mostrarse como una alternativa lujosa para la conducción del equipo.

Pocos hubieran imaginado en ese entonces que el Beto terminaría siendo un referente de la vereda de enfrente. Ocurrió que ese espíritu reo y polémico, le quitó la chapa de titular indiscutido

Pero el 1957, Sívori fue vendido a Italia y Menéndez tomó la batuta de una orquesta que entraría en su último año de magnifico funcionamiento. A los 20 años ya mostraba en cancha lo que sería el signo distintivo de su juego: La simpleza, y una personalidad arrolladora para no dejarse amedrentar. Era locuaz, despierto, venenoso, y genial. Jugó en River hasta el 60. Ganó 3 títulos. Fue bandera.

Pocos hubieran imaginado en ese entonces que el Beto terminaría siendo un referente de la vereda de enfrente. Ocurrió que ese espíritu reo y polémico, y el advenimiento de la ola extranjera del fútbol espectáculo le quitaron la chapa de titular indiscutido. Pasó a Huracán en una sospechosa movida, que varios explican como una cortina de humo para tapar la verdadera intención de su salida del Millonario. Irse a Boca, cosa que finalmente ocurrió en 1962.

Menéndez era tan completo que su estilo resistía cualquier paladar. Jugaba bien los clásicos (5 goles en River, 2 en Boca), y si en Núñez lo celebraron por su calidad, en La Ribera lo idolatrarían por su personalidad ganadora. Allí obtendría otros 3 campeonatos y sería el cabecilla de la guerra de nervios que los jugadores xeneizes librarían contra Carrizo en cada Superclásico. Le hicieron la vida imposible y en eso, el Beto, también era el mejor. Una tarde Amadeo lo embocó sin mediar palabra, pero no logró el escarmiento.

Fue hombre de Selección en Copas del Mundo. Ganó respeto y admiración, y es un exponente indiscutido de nuestro mejor fútbol. Cuando su estrella comenzaba a apagarse jugó un tiempito en Colón de Santa Fe y Defensor Sporting de Uruguay. Volvió a River en el 74 para ser ayudante de campo de Sívori en el Nacional de esa temporada. 20 años mas tarde –un 26 de Mayo de 1994- murió en Buenos Aires. Tenía 57 años.

Texto del blog River Lujo y Pueblo (riverlujoypueblo.blogspot.com)

ESTE ARTÍCULO LO PODÉS ENCONTRAR EN EL N°86 DE REVISTA 1986

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