El dueño del arco
En el día del arquero homenajeamos a una leyenda del arco de River que llegó al club para ganar los títulos de la resurrección. Su historia, la llegada a River y los mayores logros de Trapito.
Por Damián Eiberman
Una lluviosa tarde de septiembre en Buenos Aires. Son pasadas las 3 de la tarde y un equipo de Revista 1986 recibe, en el Paddock del Monumental, a uno de los arqueros más grandes de la historia de River. Marcelo Barovero llega más temprano al entrenamiento para charlar un rato con nosotros. Atrás quedó el partido de Ida contra Liga de Quito y media jornada de descanso. Por el ventanal, ya sin los estruendos y la fiesta millonaria, el estadio presenta un clima nublado y una quietud impresionante.
Marcelo Barovero es uno de los pilares fundamentales del River súper campeón del Muñeco Gallardo. Con sobriedad, mucha capacidad, liderazgo y memorables atajadas, ya quedó en la historia grande del Millo.
Nació un 18 de febrero de 1984 en la ciudad de Porteña, en el noreste cordobés. Tras comenzar sus pasos en el fútbol en el club de su pueblo natal, rápidamente sus condiciones sorprendieron y quedó en las Inferiores de Atlético de Rafaela. Su debut llegó en 2004 cuando el equipo santafecino disputaba el Nacional B. En total, disputó 119 partidos en la Crema y, gracias a sus grandes actuaciones, fue premiado como el mejor arquero de la categoría en 2005 y 2006.
En la temporada 2007/8 le llegó la chance de mostrarse en Primera al haber sido traspasado a Huracán. El conjunto de Parque Patricios tuvo un año regular y Trapito muy buenos partidos. Tanto así que disputó los 38 partidos y recibió 39 goles. No es tanto si se tiene en consideración que el equipo, en los dos campeonatos de la temporada, terminó en 7ma y 13ra posición.
Para el segundo semestre de 2008 dio otro paso en su carrera y llegó a Vélez Sarsfield. Debutó en la 11° fecha y atajó hasta el final del campeonato; hasta entonces, era suplente de Germán Montoya. Sin embargo, para el Clausura 2009, Ricardo Gareca volvió a optar por Montoya y Trapito no vio acción, aunque con la buena noticia de que el equipo fue campeón y el cordobés celebró su primer título de Primera División.
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“La clave es el hecho de que nosotros hicimos rápido el click, dejamos atrás la forma de trabajar de un cuerpo técnico y nos abrimos a otra posibilidad”.
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Aquel 2009 no fue el mejor para él ya que tampoco disputó ningún partido en el Torneo Apertura. Para el Clausura siguiente comenzó la levantada. Atajó más de medio campeonato y se ganó la titularidad para el resto del año y la siguiente temporada también. Disputó 70 partidos y volvió a festejar otro campeonato: el Clausura 2011.
A mediados de 2012 sonó el teléfono y el otro lado del auricular estaba en Núñez. El River de Almeyda recién había ascendido y reforzó el equipo para volver a ser. Trapito llegó para despejar las dudas que, por ese entonces, generaba Daniel Vega en el arco Millonario. El Pelado optó por el Indio en el primer partido del campeonato, pero no tuvo un buen partido y River cayó con Belgrano por 2-1 en el Monumental.
El 11 de agosto de 2012 debutó en el Millo. En la segunda fecha del campeonato, River venció en La Plata a Estudiantes por 2-0 con doblete de Gabriel Funes Mori y Trapito no pasó mayores sobresaltos. Por el contrario, convenció al DT y fue titular todo el resto de aquel Torneo Inicial 2012.
En 2013 llegaría la confirmación. Fue titular en 43 de los 45 partidos que jugó River en el año. Faltó en el único partido de Copa Argentina (derrota con Estudiantes de Buenos Aires), en el debut de la Copa Sudamericana (arrastraba una suspensión de cuando jugaba en Vélez) y en la fecha 16 del Torneo Inicial, ya que había trabajado diferenciado en la semana por una molestia. Quien lo reemplazó fue Leandro Chichizola.
El año siguiente fue, probablemente, el mejor de su carrera hasta entonces. En el primer semestre River fue de menor a mayor y, tras el triunfo en la Bombonera, fue campeón tras pasar siete años y los peores de la historia del club. Trapito fue clave, aunque tuvo que ver desde afuera cuatro de los últimos seis partidos por una lesión. Su reemplazante, nuevamente Chichizola, atajó penales claves y fue figura también. El primer semestre culminó con la victoria a San Lorenzo en la Superfinal y clasificación a la Copa Sudamericana.
Casi de un día para el otro, Ramón dejó el banco de River y tomó el lugar Marcelo Gallardo: “La clave es el hecho de que nosotros hicimos rápido el click”, destaca. Y desarrolla: “Dejamos atrás la forma de trabajar de un cuerpo técnico y nos abrimos a otra posibilidad. Normalmente, estos cambios se dan cuando los resultados dan mal, esta vez fue al contrario. Nosotros, los jugadores, somos un poco difíciles para entender esas cosas y como grupo habla muy bien de nosotros al decir ‘hasta acá llegamos’. Con Ramón tuvimos la posibilidad de coronar un campeonato que nos dio muchísima confianza, nos sirvió mucho. Pero nos abrimos a una nueva forma de jugar y con la soltura que nos dio ese campeonato, que nos sirvió para entender a Marcelo y para que se dé un fútbol de tan alto nivel”.
Marcelo llega con la tranquilidad del trabajo realizado, de haber vencido en el debut de la Copa Sudamericana 2015, aquella que levantó hace menos de un año: “Es una competencia que queremos jugar, que la queremos ganar y sabemos lo que es ganarla; vamos por esa alegría que fue tan importante el año pasado. Así que iremos por ese camino, para ir pasando los días y llegar como queremos al Mundial de Clubes”. Sereno, rememora aquellas noches de finales de 2014, mientras, interrumpimos su repaso al notar que no nombró el penal a Gigliotti: “¿Qué cambió con el penal?”. Saca su primera sonrisa, sabe lo que significó ese momento para el hincha y para lo que se le vendría a River en los meses siguientes. “Esa semifinal nos marcó a todos los que estábamos adentro de la cancha, por lo que significó, por el momento y por el rival. En lo personal, fueron unos segundos en que todo se paralizó y adentro mío también, quedó una marca enorme, un tatuaje, son sentimientos tan fuertes que quizás no lo pueda explicar nunca”, confiesa.
Nos cuenta aquel histórico momento como si se tratase de un día normal, como si viviésemos ese tipo de emociones a diario, con la tranquilidad que lo caracteriza, la misma con la que respondió ante la atajada de su vida: “En el momento traté de alejarme, en el momento que cobran el penal, tomando una actitud individual. Dejando a mis compañeros que vayan a reclamar o intercambiar con el árbitro las dudas que tuvieran; traté de tomar aire, en un momento que nadie esperaba para tener la lucidez de responder como quería hacerlo. La situación la había estudiado y se dio. Desde el momento que lo atajé en adelante, hasta que terminó el partido, no tenía idea o noción de lo que significaba ni miraba para atrás. Son partidos tan largos que sólo se mira el minuto siguiente, que termine y se dé el resultado que uno desea. Realmente, lo disfruté y me relajé cuando salí de la cancha y entré al vestuario”.
River ganó la Copa Sudamericana 2014 paseando su fútbol por Mendoza, Asunción, La Plata, La Boca y Medellín. Terminó invicto, jugando a un nivel impresionante y con figuras en un gran momento. La zurda de Piscu, los goles de Mora y Teo, la entrega de Ponzio y Rojas, el despliegue de Sánchez. Kranevitter manejando los hilos, Mercado y Vangioni incansables con su ida y vuelta. Entre Maidana, Funes Mori y Pezzella, más el complemento Mammana y Balanta, fueron los directos custodios del elegido mejor jugador del torneo: Marcelo Barovero. Recibió 5 goles en 10 partidos y mantuvo la valla invicta en 6. Además, del ya célebre penal a Gigliotti en la Semifinal, tuvo enormes partidos como contra Atlético Nacional allá y Boca de visitante, fundamentalmente.
El 2015 comenzó con muchos desafíos. Pretemporada fuerte en Uruguay e inmediatamente, a jugar la Recopa en la primera quincena de febrero. La ida fue de un dominio abrumador en el Monumental y Carlos Sánchez marcó la diferencia con un derechazo cruzado. Barovero le tapó dos mano a mano a Cauteruccio cuando el partido todavía estaba 0-0. En el partido de vuelta fue el salvador. Tuvo varias intervenciones, pero tres que fueron propias de un arquero de calidad. Una a Caruzzo a puro reflejo sobre su lado derecho, un cabezazo a Matos también reaccionando excelentemente y un mano a mano que le sacó a Villalba con personalidad, poniéndole el cuerpo al tiro. Cerró la noche siendo el mejor del partido y levantando la segunda copa consecutiva.
River encaró el objetivo más grande del año hasta el momento: la Copa Libertadores. Se llegaba en un momento óptimo, ganando todo y con la moral alta. Alguna vez, Barovero había dicho que era “difícil llegar arriba, pero más aún mantenerse” y remarcó la concentración y entrega del equipo: “De igual manera que hemos hecho cada semestre. De hecho se dio la casualidad de que cada logro que obtuvimos a los pocos días tuvimos que disputar cosas importantes y estuvimos a la altura. Desde el campeonato que ganamos con ramón y a la semana tuvimos que jugar la Superfinal y ganarla para poder entrar a la Sudamericana, que después pudimos ganar. Ganamos la Sudamericana y a los cuatro días tuvimos que ir a definir el torneo con Quilmes, peleándolo con Racing, pudimos obtener la victoria pero no el campeonato. Dimos muestra de que podemos enfrentar una cosa y tener, a la vez, la mente en otra, eso es de igual manera”.
Una fase de grupos complicadísima. No tanto en la previa ni en “los papeles”, pero sí en el transcurso. Dura visita a los 3800 metros de altura de Oruro, un césped sintético traicionero y un River que no definía los partidos, estuvieron a punto de cortar el sueño. En Octavos llegó, otra vez, Boca y gracias al penal de Sánchez se fue en busca de la clasificación a la Bombonera. La historia es más que conocida y, aunque el partido no pudo terminar, River estaba dando una demostración de personalidad y carácter en la cancha del eterno rival.
Quedaba un solo escalón a superar antes del parate por Copa América y, tras la derrota en la ida por 1-0, River llegó a Belo Horizonte. Marcelo Barovero fue casi un espectador de lujo en el baile del Millo a Cruzeiro en el Mineirao. Sánchez marcó el primero, Maidana aumentó de cabeza y Teo liquidó en el principio del segundo tiempo.
A la vuelta del descanso llegó el turno de Guaraní y el plantel se agrandó. Sin mucho trabajo para Trapito en el Monumental, los goles de Mercado y Mora sirvieron para viajar con cierta tranquilidad a jugar la revancha en Asunción. Una combinación letal de dos recién llegados logró la clasificación a la final. Tabaré Viudez tiró un pase mágico tres dedos para que Lucas Alario definiese por arriba del arquero.
La final fue todo lo que el hincha siempre esperó. Empate 0-0 en Monterrey y definición con goleada 3-0 en el Monumental. El diluvio sólo lo volvió más memorable. Otra vez Alario abrió la cuenta; Sánchez y Funes Mori redondearon un partido para el recuerdo. Barovero y Cavenaghi levantaron la copa más esperada, la que se hizo desear por casi dos décadas.
Sin pensar demasiado hubo que viajar a Japón y nuevamente, se terminó festejando. Tras vencer a Gamba Osaka el Millo se trajo un torneo internacional más. Nuevamente, las manos del cordobés levantaron un trofeo.
El repaso es de no creer. Le tomó poco más de seis meses a este plantel ganar cuatro títulos internacionales al hilo. “No creo que tengamos idea realmente de lo que significa y el tiempo lo va a marcar; nosotros mismos lo vamos a disfrutar y valorar mucho más. Pasó todo muy rápido, no tuvimos tiempo para relajarnos, para decir ‘bueno, tenemos unos días para disfrutar esto’. Siempre tuvimos que volver a entrenar, volver a jugar y no se pudo y no se puede. Se vive de esta manera, es un círculo difícil de salir y lo más importante es que ya habrá tiempo para valorar todo esto; ahora tenemos siempre objetivos a corto plazo por disfrutar y conquistar, así que eso nos mantiene alejados de lo que es realmente darle mérito y valor a lo que hemos conseguido”, comenta Trapito.
Este ídolo que tiene River no es uno normal. Llevamos ya varios minutos charlando con él y siempre nos contestaba en plural. No lo duda ni un segundo: “Desde que llegué nunca tuvimos una figura estelar, más allá de lo que significaban los ídolos que volvieron y estuvieron con nosotros, pero a la hora de jugar, de los resultados y de las series nunca hubo un solo jugador para destacar. Eso hace que realmente, las cosas funcionen, que se hayan dado los resultados por cuatro semestres consecutivos, eso no es fácil, no lo hacen uno o dos jugadores, sino un plantel fuerte, con mucho compromiso, que entiende realmente lo que es vestir esta camiseta”. Y agrega: “Principalmente, el compromiso individual que tenemos cada uno hacia adentro, hacia el compañero que está al lado, tenemos que estar preparados y dar lo mejor cuando se necesita”.
Dentro de ese grupo que él tanto destaca, le tocó ser uno de los capitanes. Junto con Fernando Cavenaghi, principalmente, Ponzio y Maidana son los capitanes, los que tienen más experiencia y llegada al resto del plantel y le consultamos por la importancia de este reconocimiento: “Me llena de orgullo llevar la cinta, representar adentro de la cancha a mis compañeros, pero puertas adentro no siento que sea así, solamente aporto lo mismo que aportan 4 ó 5 jugadores que tienen mi edad y trayectoria. Por eso, también, se hace mucho más sencillo mi trabajo y el día a día. Siempre tratamos de compartir las cosas, que nadie se desgaste y que el día a día no sea una carga cuando hay muchas cosas por atender, por responder. Más allá de todo eso lo importante es el resultado del fin de semana y creo que lo bueno es que tenemos una línea que todos seguimos, una conducta, que es lo más importante y cuando lo que realmente importa y los resultados se dan hace que todo sea más tranquilo y más sencillo”.
Salimos a la cancha, pisamos ese verde césped que hacía menos de 24 horas había vivido otra demostración futbolística de los de Gallardo. Es inevitable mirar hacia arriba y ver las tribunas: “Lleno es impresionante”, nos dice Marcelo. ¿Cómo te llevás con la gente de River?: “Siento el agradecimiento diario del hincha de River. En la cancha y en la calle. A todos nos reconocen de igual manera. Pasa con Pisculichi, Mora, con muchos…. Todos aportamos en algún momento algo para que se logren las cosas. Es muy lindo y muy gratificante que más de 11 ó 13 jugadores tengan ese reconocimiento diario. Es muy fuerte y muy lindo como grupo, esas cosas que la gente no ve y sólo se quedan con lo que pasa en la cancha”. Si hasta le pintaron un cuadro: “Jaja, jamás me había pasado algo así. Estas cosas te dejan sin palabras, el cuadro, las banderas, cosas que ni soñándolas me entraban en la cabeza antes de llegar acá”.
Cuando un arquero está en su nivel máximo, y responde llevando al club a lo más alto, es inevitable relacionarlo con la Selección, aunque Barovero parece resignado esperando la llamada: “Es difícil hablar de lo individual y siento que me han tocado vivir todas las cosas que un jugador desea jugar y responder, estar a la altura todo el tiempo. Prepararse para estar en ese arco que es tan importante. Imaginé que estando tantos años en esta institución podía llegar la oportunidad, pero no se dio. La verdad siento resignación con eso. Si no se dio hasta ahora es muy difícil, es raro cambiar los gustos y más allá que a veces cuesta entender las cosas, yo sé cómo es mi fútbol. Será algo que quedará pendiente en mi carrera”. Sin embargo, no se detiene en eso y sólo piensa en River: “Sí, son decisiones y es difícil de entender. Trato de responder, de hacer lo mejor y no gasto energía pensando en lo que puede pensar un técnico, como para poder llenar ese pensamiento. Gasto toda mi energía en tratar de cubrir este arco cada partido que me toca, es lo único que me importa. Le debo realmente todo a esta camiseta, a este club y principalmente a mis compañeros y al cuerpo técnico”.
Aunque el hincha sólo habla del Mundial de Clubes y de enfrentar al Barcelona de Messi y Neymar, el plantel tiene la cabeza en otra cosa: “Estamos en un club que no te deja ver más allá de cada semana. Se vive de una manera exigente cada semana, siempre queremos dar lo mejor en cada partido. Más en este caso, en el torneo local ya prácticamente no tenemos chances, así que tenemos que aprovechar la Copa Sudamericana con todo lo importante que es. Hablamos solamente de esto, de las fases que nos pueden tocar, de ir pasando cada serie”. ¿Lo hablan entre ustedes?: “Hablamos, pero muy por encima, normalmente, la relación directa es con el Barcelona, es inevitable, lógico, pero falta mucho tiempo y tenemos el pensamiento de llegar muy lejos en esta copa para que nos de la confianza necesaria para llegar bien al Mundial de Clubes”. En este River, lo último que se pierde es la concentración y la mentalidad ganadora.
Antes de despedirlo, porque lo esperan en el vestuario para el entrenamiento, lo volvemos a intentar. ¿Cómo hacen para no pensar en Japón? Para sólo pensar en el ahora… Y nos responde demostrando una vez más las cualidades recién mencionadas de este plantel: “Estamos enfocados en lo que estamos jugando, en el arranque de la Sudamericana”.
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