Carta de un ídolo: La emoción de un nombre
En el día del aniversario de su partido despedida, recordamos la carta que escribió el Príncipe en 2012 para los hinchas, que fue publicada en la 1986. Un texto que conmueve.
Por Enzo Francescoli
El día que River descendió estaba solo en Madrid. El silencio de mi habitación era inquietante. Fue una noche muy extraña. En España no pasaban la transmisión en directo y tuve que usar la computadora para no perderme ni un minuto del partido. Fue terrible. Hice el duelo solo. Puedo decir que fue un momento de profunda tristeza. Me la banqué solito, sin mi familia, sin mis amigos, sin poder explicarle a nadie lo que sentí en el instante en que el árbitro dio por terminado el juego. Esa noche no dormí, fumé mucho, más de lo habitual. Estaba loco. Caminaba de un lado a otro. No podía descargarme con nadie, no podía abrazar a nadie en medio tanto dolor. Después de tantas alegrías que viví en este club no podía creer lo que nos estaba pasando. El gol tempranero de Pavone nos hizo revivir. Y después, pasó lo que pasó. No lo quiero ni escribir. Me cuesta pensar en este presente. Son muchas sensaciones juntas: tristeza, bronca, desazón. Trataba de imaginarme lo que pasaba por la piel de esos chicos que sufrieron la caída ante Belgrano. Hubiera querido estar ahí para palmearles la espalda. Pero no pude. La distancia es terrible. Fue como una película tremendamente dolorosa, más bien una pesadilla. Así fue mi experiencia en el peor momento del club. Todavía no lo puedo creer. Es una sensación rara. Te cae la ficha de que estamos en la B cuando ves jugar a River con equipos que nunca había enfrentado. Pero debo confesarles que creo que ya pasó lo peor. Estos seis meses que vienen deben ser de profunda concentración. Ojalá todo vuelva a la normalidad rápido.
Creo que es importante que todos estemos unidos y tiremos para el mismo lado. También es importante que los más experimentados les transmitamos a los más jóvenes lo que River significa en el fútbol internacional.
Este dolor también genera reflexión. Por eso vale que todos recordemos los momentos gloriosos que vivimos con esta camiseta. No me olvido más el día de mi debut en River. Fue el 24 de septiembre de 1983. El técnico era Varacka. Yo tenía 21 años y recuerdo que le ganamos a Huracán 1 a 0. En ese momento no pude disfrutar mi primer partido con estos colores que amo. Porque era muy joven y es difícil darle magnitud a lo que estaba viviendo. Con el tiempo se ven las cosas diferentes y se saborean mejor.
Recibí y recibo muestras de afecto del hincha de River a cada rato y estoy agradecido a todos. Pero lo que siempre me impresionó mucho fue saber que existen muchos padres que llamaron Enzo a su hijo como un modo de homenajearme. Eso es indescriptible. La verdad que es fuertísimo. Me encuentro con muchos chicos que juegan en Primera y me emociona. Puedo citar el caso de Enzo Pérez o el hijo de mi gran amigo, Enzo Zidane. Es increíble que eso perdure. Menciono esto porque siempre lo utilizó para demostrar la magnitud que tiene este club. Cada jugador que viste estos colores debe saber que son elegidos y que tienen en sus manos la oportunidad de escribir una página más de la historia del club.
Yo fui un elegido. Tuve la posibilidad de vivir momentos increíbles. Aquellos logros de 1986 nos marcaron a todos. En diciembre pasado nos juntamos con todos los muchachos que compartimos el equipo campeón. Se me vinieron muchas imágenes a la cabeza y las quiero compartir con todos los chicos de ahora. Cuando fuimos campeones de América, yo estaba afuera. Igual siempre sentí que estaba ahí, con todos los muchachos. Otra vez me tocó sufrir a la distancia. Por esos días, yo jugaba en el Racing de París. En la desesperación por querer estar con ellos siempre llamaba al hotel donde se concentraba River. Lo hacía antes de cada partido. Más allá de la diferencia horaria con Francia, quería estar presente de alguna forma. Hablé con ellos cuando estaban en Cali, antes de la primera final de la Libertadores. Sentí, de verdad, una sana envidia por ese gran plantel que después sacó a River campeón mundial. Los partidos de la Copa los seguía por amigos. Llamaba a Buenos Aires y ellos me ponían al teléfono el relato de la radio. Era increíble pero ese es el amor que River genera y esta nueva generación debe saberlo. No era como hoy que prendés la notebook y por Internet podes ver en vivo el partido que quieras. Viví con mucha intensidad ese momento del glorioso ‘86. Era un grupo increíble. Creo que es bueno rememorar aquellos tiempos solo para tomar dimensión de lo que es River. No es una mirada nostálgica. Son palabras de aliento para el actual plantel. Todo lo que nosotros vivimos está al alcance de las manos en este club maravilloso.
Cada ex jugador puede dar fe de que en River se vive el fútbol de otra manera. También, tengo gratos recuerdos del plantel de 1996. En las concentraciones jugábamos mucho al tute con Burgos, Berti, Astrada, Amato y Hernán Díaz. Nos encantaba. Terminábamos el postre y salíamos corriendo para armar todo. Hoy puedo contar que el Negro Astrada y yo fumábamos mucho cuando jugábamos a las cartas. Era una pequeña trasgresión pero la verdad que no nos afectaba para nada en lo futbolístico. Mientras escribo estas líneas pienso en poder dejar un mensaje claro a todos los hinchas. Vienen seis meses fundamentales.
Quiero decirle gracias al hincha de River a través de esta iniciativa de la Revista 1986. Quiero expresar en estas líneas el más intenso agradecimiento. Podría poner muchos adjetivos, pero en ese “gracias” se sintetiza todo el afecto que le tengo a los millones de gallinas repartidos por el mundo. Confíen en nuestros colores, en nuestra historia. Sigan acompañando al club como lo hacen. Y mucho más en este momento, el más duro de la historia.
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