EntrevistasHistorias monumentales

El hombre entre ídolos y la historia millonaria

El periodista que cubre a River desde hace más de cuatro décadas. Su relación con las glorias del club y su papel como autor de los libros oficiales de la historia del Más Grande.

Por Damián Eiberman

Miguel Ángel Bertolotto es una eminencia en el periodismo deportivo nacional. Hace más de 45 años que cubre a River para el diario Clarín y fue homenajeado en el Día del Periodista Deportivo en una cena que organizó el club para los periodistas que están en el día a día. Repasando sus inicios como redactor de Revista River, que vendría a ser la abuela de Revista 1986, los primeros años en el diario y un enorme recorrido siguiendo al Millo.

El fútbol en las venas se le nota en la primera frase de la charla: “Yo era un enloquecido del fútbol, absolutamente loco. A los 7 u 8 años juntaba recortes, notas… En esa época era estadígrafo. Mi viejo era igual, un apasionado del fútbol y del boxeo”, cuenta. El padre, Enrique, era periodista de El Gráfico y cubrió boxeo en los años ’20 y quiso transmitirle la pasión por su profesión a Miguel: “Yo leía siempre Revista River y él me decía ‘mandá una nota, enviá algo a la revista’; pero yo le contestaba que no me iban a dar bola”, recuerda.

Hasta que un día decidió que era el momento: “Me insistió mucho, pasaron años. Fue cuando tenía 17, en enero de 1971. Raramente había fútbol en verano. A veces algún amistoso, pero nada tan organizado. En un momento armé ‘Todos los goles del Mono Más’, uno por uno. Casi todos de izquierda, algunos de cabeza, otros de derecha, de chilena, los hacía de cualquier manera. Entonces, envié a la revista una nota así. A grandes rasgos, para darle bola a mi viejo”. Finalmente, mandó la nota, una de investigación, con estadística y producción, pero el escepticismo le seguía ganando: “Tenía idea de la existencia del periodismo, pero no era algo que me volviera loco y no creía que me fueran a publicar”.

La sorpresa fue total cuando, ocho días después, fue al kiosco de siempre a buscar su edición de Revista River: “Abrí y apareció mi nota. Por poco me desmayo. Mi viejo chocho, imagínate… Eran dos dobles con los goles uno por uno; y alguien de ellos había hecho un análisis. Pero en ningún momento hablaban de que era mía”, rememoró.

Era el momento de dar un paso más, ya con la confianza y más ganas: “Mi viejo entonces me dijo que haga otra a ver qué pasaba. Entonces hice lo mismo con Daniel Onega, los goles uno a uno y la volvieron a publicar. En este caso era una doble. Cuando vi que la publicaron me convencí e hice otra nota más, con los goles de Bulla. Y ahí sí aclaraba ‘Colaborador Miguel Ángel Bertolotto’, y especificaba que había hecho la nota de los goles de Onega y Más. Aproximadamente un mes después fui a la oficina. Llegué, me presenté y me dijeron que se imaginaban a alguien más grande. Eso fue en febrero y en marzo me llamaron y me dieron un cheque. Me preguntaron si quería colaborar, así que arranqué. Iba a ver Reserva e Inferiores. Fue muy raro. Era una época diferente, actualmente es muy difícil que un chico entre así”. Así comenzaba el camino, y no puede dejar de recordar a Roberto Neuberger (dueño de la Revista River) y a Beto González:“Ellos me abrieron la puerta al periodismo”.

Pero la historia de Miguel con la revista no termina ahí: “La Revista River fue tan determinante en mi vida que ahí conocí a Marina, mi esposa que era empleada administrativa. Hoy, llevamos 36 años de casados”, aclara feliz.

Luego, llegó el momento del salto, la incorporación al Diario Clarín: “En 1974, el jefe de deportes de Clarín, Juan De Biase era hincha de River y también, laburaba en la revista (bajo el seudónimo de Juan de Núñez) y en un momento me dijo que me fuera con él al diario. A grandes rasgos, para hacer River. Era colaborador en el diario y en la Revista River. Arranqué fijo para River cuando el club cumplió 75 años, o sea en 1976. Había un suplemento especial de River”, cuenta.

Fueron 45 años cubriendo a River para el diario. El 7 de noviembre de 2016, en la cena que ofrece el club por el Día del Periodista Deportivo, fue homenajeado por el Presidente Rodolfo D’Onofrio en nombre de la institución por su trayectoria y enorme trabajo: “Me tomó completamente por sorpresa. Por suerte fui, la verdad que fue muy lindo. Por el reconocimiento del club y los colegas presentes”.

Durante 45 años pasaron centenares de partidos y miles de anécdotas. La primera que recuerda es una con Adolfo Pedernera: “Había arreglado para verlo y hacerle una nota para el suplemento especial de River. Él vivía por Tacuarí al 800. Habíamos quedado el 22 de mayo (que fue el día que muere Ringo Bonavena) y arreglamos para las 18 horas, para ir a su casa. Justo entró la noticia de que lo habían asesinado a Bonavena, el diario era un lío bárbaro. Pedí un auto para que me lleve y llegué 18.10, 10 minutos más tarde de lo que habíamos quedado. Me abre Adolfo y me dice ‘Mire, antes de arrancar le digo algo. Habíamos arreglado a las 18 y usted vino 18.10. Arrancamos mal. Ahora sí, adelante’. Le quise explicar que habían matado a Bonavena y lo que pasaba en el diario y me contestó: ‘Sí, a las 18 horas’. Para tratar de congraciarme le dije que además del diario yo era redactor de la Revista River y me dijo: ‘Las revistas partidarias son el cáncer de los clubes’. No pegaba una”, recordó emocionado. Continuó: “Después hablamos una hora, muy linda nota. Con el paso de los años hicimos una gran amistad y yo en el diario le hacía una nota grande al año a él, hablando de futbol, de las Inferiores, de todo un poco. Yo venía a almorzar al club y hablaba un montón con él. Siempre me trató de usted y él me llevaba más de 28 años. Una de las últimas veces que hablé con él, en la confitería del club, me dijo: ‘Me voy a tomar el atrevimiento de tutearlo Miguel, porque ya es un amigo usted’. Me emocioné mucho”, rememoró.

Otro de los enormes próceres con quien supo tratar, con “altas y bajas”, como él mismo cuenta, es Ángel Labruna: “Con Ángel tuve una relación con muchos vaivenes. Era una época diferente, era habitual que yo fuera a verlos a la casa. Mi relación con Ángel era buena, pero yo era crítico de él en algún momento, había agarradas. Me criticaba lo que le escribía. En el 78 viajé a Belo Horizonte a ver a River en la Copa Libertadores. El Mineiro le pegó un baile de aquellos. El miércoles siguiente jugaba con Boca en el Monumental y River estaba obligado a ganar y perdió 2-0. Por mi laburo y las amistades, podía ir antes al vestuario. Abrí la puerta y apareció justo Ángel. Me empezó a insultar: ‘Vos me mataste en Belo Horizonte, me hiciste m…’. Yo era chico y me volví loco. Desde ese día, por 4 años no me habló más. En 1982, por un amigo en común, volvimos a hablarnos y volvimos al viejo diálogo. Me dijo que yo era un chinchudo y me volvía loco: ‘Yo te reputeaba y vos volvías a River, me volvías loco. Venías igual, todos los días’”.

En medio de la caminata por el hermoso Museo River, llegamos al salón de los trofeos y nuestras miradas se imantan a las Copas Libertadores. Miguel vio las tres y las recuerda a la perfección: “La más emocionante fue la última. Por lo que había vivido River, por los golpes, por los años anteriores. La primera fue bárbara, romper el hechizo. Pero esta última fue absolutamente emocionante y conmovedora. River vivió una época inimaginable”, aseguró. También, recordó la del 86 y los goles de Funes al América de Cali: “Funes fue un elegido. Hay muchos jugadores que cuando llegan a River y se ponen la camiseta les agarran los nervios y los miedos. Él fue al revés. Vino y jugó la Libertadores como si fuera en el potrero. Era un guapo de aquellos. Un equipo bárbaro, que sufrió en algún momento, pero un equipazo. Era un grupo de hombres, más allá de sus habilidades y de su capacidad futbolística”, definió.

Del River actual, destacó la presencia y trabajo de Gallardo: “La figura de este equipo es Gallardo. Aunque soy de los que piensa que el DT depende de los jugadores que tiene, el más importante acá es él, ampliamente. Potenció jugadores de una manera bárbara. Cuando vino D’Alessandro me imaginé que había venido alguien que le iba a discutir el rótulo de figura, pero me equivoqué”, cuenta.

Llegamos al túnel del tiempo, un pasillo inmenso con habitaciones que te invitan a viajar a cada época de la historia del Millo. Una parada obligada para quien vio tantos grandes equipos de River. Miguel no lo duda y afloran los conceptos: “De lo que yo vi. Ermindo Onega fue un monstruo. Sufrió esos 18 años sin campeonatos. Podía jugar de todas las posiciones ofensivas”; “Beto Alonso, además de su habilidad enorme, con esa zurda majestuosa, era un tipo de una personalidad absoluta” y “Ortega era un mago”, asegura.

Pero también, hay que ocuparse de los que defienden: “Amadeo es el número 1 y el 2, Fillol. Están a años luz del resto” y “Passarella y Perfumo fueron los dos mejores defensores que vi. Passarella aprendió muchísimo con Roberto al lado”, afirma. Fuera del análisis futbolístico, también confiesa sus ídolos: “Mi podio lo encabeza Ángel Labruna, lejos. Al Beto Alonso lo ubico en el escalón dos y a Francescoli, en el tres. Yo tengo una mirada particular sobre lo que es la idolatría en River. Muchos confunden jugadores reconocidos con ídolos, y yo creo que no es así”, concluyó.

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