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Rock&River: Gracias totales

Inauguramos una sección en la que repasaremos los más míticos recitales que ha albergado nuestro hermoso estadio Monumental, casa de algunas de las más grandes noches de la historia del rock nacional e internacional en Argentina.

“No sólo no hubiéramos sido nada sin ustedes, sino con toda la gente que estuvo a nuestro alrededor desde el comienzo. Algunos siguen hasta hoy… ¡Gracias totales!”.

Empezamos por el final, por una frase que se quedó a vivir en la historia, incluso antes de que internet y las redes sociales hicieran de cualquier acontecimiento un elemento de viralización masiva. Cuando todavía no había Instagram para colgar videos y repetir hasta el hartazgo los 15 segundos de esa frase inmortal, Gustavo Cerati hizo de sus palabras un patrimonio de la humanidad.

LA NOCHE DE ZETA

Fue muy especial para nosotros porque de alguna forma sabíamos que era el final de la banda. Era algo que habíamos decidido unos meses antes y habíamos decidido hacerlo de esa manera. Ese era el último show. Y ese ‘gracias totales’ fueron todos del corazón, del estómago, de adentro de Gustavo, como tratando de abrazar y tratando de agradecer todos esos años que habíamos pasado juntos; a toda esa familia que se armó en torno a la banda porque era una forma de vivir”.

Fue en la noche del 20 de septiembre de 1997 y el Estadio Antonio Vespucio Liberti, convertido desde tiempo atrás en una meca del rock nacional, lucía completo: más de 70.000 personas habían adquirido sus entradas.

Esa presentación era la última de una gira despedida que había empezado en México el 30 de agosto. Luego de una fecha doble en la capital azteca, tocaron en Monterrey, también México; en Caracas, Venezuela; y en Santiago de Chile.

EL RECUERDO DE CHARLY ALBERTI

Fue un día muy extraño. Empecé el show muy triste pensando que era la última vez que tocaba cada tema de la banda. No sabía que iba a ver un 2007. En un momento pude cambiar la energía y disfrutar del show. En el último recital me puse la camiseta de la selección argentina, tuve esa necesidad. El final del show fue raro, nos fuimos a camarines y no saludé a los chicos. Nunca nos peleamos, pero estábamos muy cansados de estar juntos. Fue una noche de grandes emociones”.

“Llegó la hora, el minuto, el segundo, el instante. Supongo que tienen sed ¡Soda Stereo, Buenos Aires, Argentina!”, comenzó a las 22:35 el trío conformado por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti.

Fueron 27 canciones sin contar los “olé, olé, olé, olé, Soda… Soda” de la gente. Era el final de 13 años de trayectoria de la banda latinoamericana más convocante de la historia y las expectativas estaban a la altura de semejante hito.

LA LISTA

En la ciudad de la furia / El rito / Hombre al agua / (En) El séptimo día / Canción animal / Juego de seducción / Corazón delator / Sueles dejarme solo / Paseando por Roma / Lo que sangra (La Cúpula) / Signos / Zoom / Ella usó mi cabeza como un revólver / Disco eterno / Planeador / Luna roja / Té para tres / No necesito verte (Para Saberlo) / Sobredosis de TV / Trátame suavemente / Cuando pase el temblor / Persiana americana / Un millón de años luz / En remolinos / Primavera 0 / Cae el sol / De música ligera.

Nadie sabía que, una década después, volverían a juntarse y que también, esa gira incluiría algunas de las presentaciones más memorables que se hayan registrado en el Monumental. Pero esa es otra historia.

UNA FRASE PARA VOLVER

En febrero de este 2020, Soda Stereo volvió a girar, obviamente, sin Gustavo, pero con 14 invitados nacionales, como Benito Cerati, Richard Coleman, Gustavo Santaolalla, entre otros) e internacionales, como Chris Martin, Juanes y Mon Laferte. La gira que lleva el nombre de “Gracias totales” empezó el 29 de febrero en Bogotá, Colombia, y apenas tuvo tres presentaciones más en Perú y México. A causa de la pandemia del COVID-19 suspendió 12 shows más a realizarse en Argentina, Paraguay, Rep. Dominicana, Costa Rica, Panamá, Estados Unidos y Chile.

LA REFLEXIÓN DE GUSTAVO

Al terminar eso, sentí mucho alivio, que luego fue convirtiéndose en emociones un poco más concretas. Sí, obviamente, aparece la idea de libertad pero, más que ello, aparece la idea de algo cumplido, terminado, de un ciclo finalizado. Cuando terminé de hacer el concierto, me fui a festejar porque sentí que habíamos logrado algo. Si bien no estábamos juntos y cada uno se fue por su cuenta, valía festejar. De hecho, el ‘Gracias totales’ tenía que ver con una enumeración demasiada larga de personas a las que les tenía que agradecer”.

El último concierto

Por Clara López Colmano*

Dale corré, corré, corréeee”. Mi mirada estaba perdida en los autos que pasaban por Figueroa Alcorta. Habíamos caminado muchas cuadras, casi a la altura de La Pampa. La fila para entrar al campo era eterna. La ansiedad era mayor. Pero ahí esperábamos sentados cuando sentí ese grito de mi hermano mientras me agarraba del cuello de la remera para levantarme de un tirón, pararme de un salto. Por suerte él vio venir una estampida y me salvó de que me aplastaran. La desesperación y la pasión no suelen tener límite: ese día se despedía Soda Stereo y las emociones eran muchas. Enormes. Intensas. Corrimos como locos. Desandamos en segundos las cuadras que habían sido infinitas cuando buscamos el final de la fila. Habían abierto las puertas para ingresar al estadio y todo era locura. Entramos y el fervor era tremendo. River, su magnitud y mística, pura magia. El corazón como un redoblante imparable. Hasta que llegó la noche y empezó lo mejor. “Llegó la hora, el minuto, el segundo, el instante. Supongo que tienen sed. ¡Soda Stereo, Buenos Aires, Argentina!”, gritó Gustavo y empezamos todos a flotar. Lo que vino después lo recuerdo en la piel, en la garganta, en las manos. La primavera en cero, el cielo y la promesa de una noche larga… Las intervenciones siempre bellas y oportunas de Gustavo. Y al final, las lágrimas. La despedida. La historia del rock que se estaba escribiendo ahí y la estábamos vibrando todos juntos. Después pasó la vida. Pasó de todo. Pero esa noche no se diluye más.

Nunca comulgué con fanatismos, pero frente a éste no tengo dudas. Soda me conmueve, me traspasa, me describe. Con Soda suenan las tardes bailando y cantando a los gritos Tele-Ka con mi hermana en el living de la casa de mi infancia. Los viajes a Villa Gesell los cinco apretados en el auto y mi hermano usando mis brazos inertes como palillos, simulando romperla en la batería mientras sonaba En el borde. Trátame suavemente para cortar mi torta de 15 años. Sí, Soda es la banda sonora de mi vida. Gracias Soda. Gracias totales.

*Correctora Revista 1986

 

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